Nos diferencia el origen, nos une el yoga

De derecha a izauierda: Luz, Vero, el maestro Sadeva y yo

Hoy quiero hablarte de dos mujeres que conocí en mi segundo viaje a Argentina.  Cuando me inscribí para participar en el retiro de yoga que organiza la Escuela Natha Yoga de Argentina, me advirtieron que compartiría la habitación con una mujer que viajaba desde algún lugar retirado de Argentina.  “Qué tal será ella” es lo primero que uno se pregunta.  De ahí en adelante nuestra mente da rueda suelta a todo tipo de auto respuestas. Yo supuse que sería una experimentada yoguini, vegetariana, que acostumbra a levantarse a las 4 de la mañana para cumplir con su práctica diaria de yoga y meditación, siempre centrada, en fin, casi perfecta.

Cuando llegué al hotel en Necochea, me registré, me dieron el nombre de la persona con la cual compartiría mi estadía allí y me dieron las indicaciones para llegar a la habitación #13.  Subí, entré y vi que había dos camas (una doble y una sencilla).  Efectivamente ella, Luz, la mujer con la que compartiría mi hospedaje se acomodó en la cama grande.  Entonces yo me acomodé en la pequeña. Dejé mi equipaje y salí a encontrarme con Clemen y Oscar, mis anfitriones en Argentina (los mejores, no me cansaré de decirlo) para ir a almorzar.

Cuando llegué a la recepción para dejar la única llave que tendríamos durante nuestra estadía, me encontré una chica simpática a la que le estaban informando que estaría en la habitación #13.  Sorprendida, me acerqué a la recepción y les advertí a ella y al recepcionista que si a ella le correspondía esa habitación tendría que compartir la cama grande con la persona que había llegado primero.  En ese momento pensé que había sido perfecto que me tocara la cama pequeña porque hubiese sido muy incómodo tener que dormir con una persona desconocida.

Paradójicamente, a Clemen y a Oscar los acomodaron en una habitación más pequeña, pero con tres camas sencillas.  Por un momento pensamos que se había equivocado en el alojamiento, pero no le dimos trascendencia al asunto y nos fuimos a almorzar. Esa tarde ya no supe más de mis compañeras de habitación.  No las vi en el lugar del encuentro. 

Cuando regresé al hotel, casi a la media noche, tampoco alcancé a conocerlas porque cuando llegué, estaban descansando cada una en su cama. El cansancio provocado por el viaje que tuvieron que hacer para llegar, las obligó a retirarse temprano del encuentro.

En algunos Hoteles, las camas son modulares y se acomodan de acuerdo con la necesidad.  Entonces la cama grande que había tomado Luz, la convirtieron en dos tarimas sencillas, una para cada una de las huéspedes.

Yo estaba rendida: había dormido poco la noche anterior, las cerca de 6 horas de viaje en auto, más 4 horas sentada en el suelo durante el encuentro y el frío de esa primera noche en Necochea, habían golpeado mi cuerpo fuertemente.  Así que cuando Verónica abrió la puerta de la habitación ver esa pequeña cama esperándome, fue bálsamo para mí. Una vez toqué a almohada me profundicé.

Nos diferencia el origen, nos une el yoga

Al día siguiente nos levantamos temprano.  Hubo práctica de yoga ni meditación. Nos organizamos y bajamos a desayunar.  En el comedor del hotel comenzamos a conocernos.

Luz María de Luján Maresca fue la primera que llegó al hotel. es una mujer adulta, simpática y extrovertida.  Vive en Rosario, una ciudad de la provincia de Santa fe,  que está a unas 7 horas y media de viaje por tierra, de Necochea.

Es madre de 2 mujeres y 2 hombres.  El mayor de sus hijos tiene 42 años y la menor, 33.  Tiene 9 nietos.  Es maestra y está próxima a pensionarse.

El maestro Sadeva y Luz

Ha estado vinculada al Yoga, desde pequeña porque su madre lo practicaba.  A la Escuela Natha Yoga llegó hace dos años.  El mismo tiempo que llevamos Vero y yo.

“Las clases del Maestro Sadeva son muy valiosas, siempre aportan algo nuevo, tanto nuevo que a veces cuesta interpretarlo y retenerlo.  No es que me quede con menos, siempre me quedan cosas de más”, dice Luz.

Verónica Vidal, es una chica dulce, reservada, amante del fútbol. Vive en el sur de Argentina, en la ciudad de Comodoro Rivadavia de la provincia de Chubut.  Es una ciudad tranquila, de movimiento petrolero y pesquero. Es reconocida como “La capital del viento” por los ventarrones que llegan desde la Patagonia.  También se le reconoce por el Cerro Chenque. “Dicen que el que sube al Chenque y desde ahí ve la ciudad y el mar, ya no se va”.

Vero en su recorrido por las playas de Necochea

Vero es auxiliar en recursos humanos en un juzgado de su ciudad.  Es un trabajo que la hace feliz, aunque a veces se decepcione de la justicia terrenal.

Desde hace 9 años, Verónica incursionó en esta disciplina como práctica para el autoconocimiento.  Ha hecho talleres y ha tomado clases con varias personas “una de ellas Ale Cavalieri, sus clases eran mágicas”.  Hace dos años llegó a la Escuela Natha Yoga.

Para Luz, el yoga “es una disciplina que hace que uno pueda vivir más relajado, mirando hacia adentro; nos permite reconocer lo que nos pasa en el cuerpo, las emociones, los pensamientos y eso es muy positivo.  Y también nos ayuda a controlar la mente.  Uno sigue ahondando en el Yoga y en toda su complejidad y encuentra millones de cosas para aprender”.

Para Vero “el yoga es un estilo de vida donde uno incorpora conocimientos y práctica desde diferentes puntos de vista. Siempre estamos aprendiendo y discerniendo”.

Para mi el Yoga también es un estilo de vida que se va perfeccionando cada vez más.  Es una herramienta que nos permite aprender del mundo exterior y del interior para conocernos y transformarnos en mejores versiones de nosotros mismos.

Se tiene la creencia y yo misma lo manifesté en el inicio de este relato que quienes estamos en el camino del yoga, especialmente las personas más avanzadas, somos o tenemos que estar casi cerca de la perfección.  Y no es así.  Somos seres buscando herramientas que nos permitan ser  mejores versiones de nosotros mismos.

Por eso una maestra, una auxiliar de recursos humanos y una periodista, procedentes de lugares tan distantes, con costumbres y formas de vida diferentes nos encontramos en Necochea por una razón: el Yoga, una forma de ver la vida que queremos compartir con otras personas, cada una a su manera y con sello propio.

Celebrando habernos cruzado en el camino a pesar de las distancias y las diferencias

Deja una respuesta