A la pandemia le agradezco

Estaba en deuda desde hace varios meses con este relato.  Es de esas historias que el corazón te dice que tienes que escribir, pero la mente te enreda con sus “luego, más tarde” “no hay afán”.  Debe ser porque la mayor parte de las veces le das prioridad a las historias de otros y no a las propias.

Todo esto comienza a mediados de 2020 en plena pandemia, cuando todavía estábamos encerrados.  Gracias a esa situación tuvimos que cambiar nuestros estilos de vida y nuestras maneras de relacionarnos con los demás, estuvieran a la vuelta de la esquina o a miles de kilómetros de distancia.

Siempre he sentido mucha empatía por los chiquis, niñas y niños menores de 12 años.  Me parece que hasta esa edad son increíbles por su inocencia, su transparencia, su autenticidad.  Con los adolescentes también me la llevo bien, solo que en esa etapa de la vida uno se vuelve más reservado, menos auténtico y va perdiendo la inocencia de la niñez.  Entonces me quedo con mis chiquis.

Quiénes son mis chiquis

Resulta que una de mis primas, por el lado de mi familia materna, tiene dos nietos.  Lina María y César Andrés, hijos de su único hijo que, además, es mi ahijado. Mi relación con ellos había sido cordial y amorosa, pero no tan cercana como lo es hoy.

Lina María tiene 10 años.  Es inteligente, disciplinada y competitiva.  Talentosa para dibujar y cantar.  Desde muy pequeña le ha gustado brillar y ser centro de atracción.  Es sincera y directa. Su gusto por la música parece heredado de su abuelo materno que fue músico.  Aunque su abuela paterna reclama lo suyo porque si bien, ella no se dedicó a la música, siempre ha sido entonada para cantar; en los años 80, cuando vivía en Medellin se presentó un par de veces en el estadero El Paraíso.

César Andrés es un niño de 7 años con alma de viejo.  Es lo que yo llamo un pequeño sabio.  Es muy hábil mentalmente, siempre está en la jugada y se las pesca en el aire.  No se queda con nada, todo lo cuestiona y hace unas preguntas que lo dejan a uno fuera de base.  Le encanta el fútbol y me atrevo a asegurar, que se sabe los nombres de todos los jugadores que hoy están en el mundial de Qatar.  Como Lina María, César Andrés también tiene talento para la música y parece que quiere seguir los pasos de su hermana.

Lina María y César Andrés viven en Montería y yo, en Medellín y a pesar de los cerca de 400 Km de distancia que nos separan, la pandemia nos permitió acercarnos.  No recuerdo exactamente cuándo empezaron nuestras video llamadas, pero gracias a ellas hablamos, jugamos y compartimos muchos momentos inolvidables.  Por ejemplo, los ensayos de Lina María y cuando jugamos “Ahorcado”.  Recuerdo que una vez escogí la palabra esternocleidomastoideo para que la adivinaran.  Me reí mucho viendo sus caritas desconcertadas pensando cuál esa palabra de 22 letras que tenía que adivinar.  Luego, con la ayuda de su abuela, se desquitaron.

Desde muy pequeña, Lina María mostró su talento y su gusto por la música. En consecuencia, sus padres y sus abuelos la han apoyado y acompañado en su proceso de formación.  Ya lleva un poco más de dos años preparándose con los mejores profes (los cubanos y Ángela).

El año pasado se presentó en la Voz Kids, una experiencia inolvidable para ella y para su familia.  Fue muy conmovedor verla en televisión, cantando segura de sí misma.  No pude controlarme y lloré de la emoción.  Los jurados no la escogieron, pero ella tranquila y con esa madurez que la caracteriza habló con ellos y agradeció la oportunidad de estar allí.  Tengo la certeza de que Lina María está para grandes cosas y un concurso que no se gane, no va a detener su carrera.  Por eso sigue preparándose como artista y compositora.

A mediados de este año viajé a Montería para celebrar el cumpleaños número 10 de Lina María.  Poder verlos, abrazarlos y estar con ellos un par de días fue maravilloso. Estuvimos dos días en la playa. Allí jugamos, hablamos, nos reímos.   Cada uno se hizo sentir a su manera: con Lina María las conversaciones estaban relacionadas con la música, el colegio, las amigas; con César Andrés, hablamos un poco de fútbol y de su triángulo amoroso: aunque le gustaba una niña de su colegio, en la playa apareció otra que lo estaba haciendo dudar. Definitivamente este viaje me recargó de energía y de amor.

Detalles que enamoran

Estos dos angelitos han sido la alegría de sus padres, de mi prima, mi compadre y por supuesto, la mía.  Su inocencia, sus ocurrencias, sus preguntas, sus detalles, los juegos, todo en ellos me enamora y doy gracias a la vida, a Dios y a la pandemia, que me han permitido disfrutarlos y quererlos con todo mi corazón.

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