Escuchar tu voz interior

En medio de tanta información que recibimos hoy, fácilmente nos salimos de nuestro centro. Nos confundimos y terminamos sumergidos en una corriente que nos atrapa, nos controla y nos esclaviza haciéndonos creer que allí vivimos la “normalidad”. Detente, cierra tus oídos al exterior para que puedas escuchar tu voz interior, de esta manera retomarás el camino correcto y harás lo que te corresponde.

La vida siempre te lleva a donde corresponde y en el momento adecuado.  Hace algunos años, mi vida transcurría de manera “normal”: tenía trabajo, un ingreso adecuado a mis necesidades, mi familia estaba bien, todo aparentemente estaba fluyendo tranquila y adecuadamente.  Pero llegó el día en que me quedé sin ingresos y esa fue la punta del Iceberg con el que tuve que enfrentarme.

Inicialmente, todo fluyó sin problema.  Por casi 8 meses resolví los asuntos económicos de mi familia con mis ahorros.  Durante ese tiempo, pude dedicarme a asuntos que estaban dentro de mi proyecto de vida, pero que por falta de tiempo no realicé.  Retomé con más fuerza un proyecto personal que había suspendido y reinicié mi práctica de Yoga.

Entonces, volví a centrarme y empecé a ver la vida de una manera diferente.  Sentí que tenía el poder suficiente para rediseñar mi vida. Eso si, debía hacer unos ajustes y comenzar de nuevo.  Fue entonces, justo cuando mis ahorros comenzaban a agotarse, que me resultaron varios trabajos en diferentes ciudades.  Los primeros los rechacé.  Consideraba que era muy poco el dinero que recibiría teniendo en cuenta mis obligaciones y lo que implicaba mi traslado.

Pero el universo insistió y me envió otra propuesta que también implicaba trasladarme de ciudad.  Después de pensarlo varios días y de escuchar mi voz interior, tomé la decisión de aceptarla y darle un nuevo revolcón a mi vida y a la de mi familia.  Todos lo necesitábamos.

Una gran responsabilidad

En mi familia somos tres hermanos.  Yo, la única mujer, en medio de dos hombres.  Mi familia, siempre machista, nos ha endilgado a las mujeres del clan, varias responsabilidades, como ser las responsables de atender esposos, hijos, trabajo. Esto nos ha recargado generación tras generacion. Incluso hacernos cargo de nuestros padres cuando envejecen se convirtió en una obligación, solo para nosotras.  Y si bien, como hijas nuestro deber es apoyarlos, esa tarea deben asumirla hijos e hijas equitativamente.  En mi caso, yo me hice cargo de esta responsabilidad durante 10 años.

Al principio mi situación fue fácil porque mi mamá y mi papá, eran autónomos, estaban bien de salud y emocionalmente todavía eran equilibrados. Sin embargo, con el paso del tiempo, la situación fue cambiando y se fueron volviendo más dependientes de mi. Sus citas médicas, su alimentación, su atención dentro y fuera de casa, fueron cargándome.

La vida pasa con mucha rapidez y en llegó el momento de mejorar mis ingresos para garantizar bienestar en mi vejez, que está a la vuelta de la esquina. Y como en la vida todo es perfecto, llegó una propuesta que implicó mi traslado de ciudad, dejar a mis padres, a mi hijo, a mi familia y mi entorno.  Fue un cambio de chip: un clima diferente, una cultura distinta, otras formas de concebir la vida, de hablar, de comportarse.  Esto fue como empezar de cero.

Al principio, con la llegada todo fue muy extraño.  Luego fui entendiendo tantas cosas.  Valorar lo que se tiene y que a veces no vemos, fue lo más importante.  A veces vemos nuestra vida más caótica de lo que realmente es y eso nos impide ver las maravillas que nos ofrece.  El simple hecho de tener tu espacio para dormir, para poner tus cosas, para sentarte a pensar, para escuchar tu voz interior.  La posibilidad de levantarte y saber que estás en el lugar que te corresponde. 

Todos estos movimientos son necesarios para poder centrarnos nuevamente, escucharnos a nosotros mismos y ver la vida de otra manera. Si te sientes confundida(o), perdida(o), sin rumbo, respira profundamente, regresa a tu centro y escucha tu voz interior.  Así retomarás el camino correcto y harás lo que te corresponde.

Hacemos nuestro mejor trabajo, vivimos nuestros mejores momentos y experimentamos la mayor alegría cuando estamos centrados, cuando nos escuchamos y confiamos en nosotros mismos, y cuando permitimos que nuestro corazón y nuestra alma nos guíen.  Todo eso es posible cuando nos damos la oportunidad de ser quienes somos de manera total, amorosa y completa.