Una historia de resistencia y resiliencia

El año pasado la vida me llevó a vivir a Montería.  Allí conocí a Luz Ángela Nova Torres, a quien en muchas ocasiones le compré mis almuerzos. Una mujer con una historia de resistencia y resiliencia admirable.

Nació en Montería, el 26 de julio de 1965 y desde muy pequeña mostró su fortaleza. Cuando tenía casi un año, le dio una fuerte gastroenteritis y el médico que la atendió entregó un diagnóstico muy desalentador: “Si logra sobrevivir las próximas 48 horas puede salvarse”. 

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En ese tiempo se creía que los niños que morían sin haber sido bautizados quedaban en el limbo, entonces sus padres corrieron a cumplir con este cristiano sacramento. Los padrinos fueron unos primos del papá y como designio de Dios la pequeña recibió el nombre Luz Ángela.

La bebé se salvó. Paradójicamente su padre había ofrecido a Dios que si la niña se salvaba, la entregaría en adopción.  Entonces vió en el médico que la atendió un buen candidato para dejarle a su hija. Además el doctor se había encariñado con la pequeña. Lamentablemente, antes de que Luz Ángela fuera dada de alta, el médico murió en un accidente de tránsito.

Entonces su padre la dejó con sus padrinos y hasta los 9 años, Luz Ángela tuvo una vida relativamente tranquila. Su familia adoptiva que era de escasos recursos le proporcionaba lo básico para vivir humildemente.

Sin embargo, la estigmatización por ser hija de una prostituta marcó su destino. Durante la preadolescencia sintió la presión social de su entorno. A las niñas del barrio poco las dejaban jugar con ella. Si algo se perdía en una de las casas de sus amiguitas, ella era la principal sospechosa por sus antecedentes familiares.

En Navidad las niñas del barrio, con mejores condiciones económicas, se burlaban de sus juguetes y de la ropa que estrenaba porque era heredada de sus hermanas de crianza o de sus primas.

Ante la situación, Luz Ángela tomó la decisión de encerrarse para no tener que aguantar la burla de sus vecinas o los castigos de su mamá, por los señalamientos que pesaban sobre ella por, su supuesto, mal comportamiento.

Sueños rotos

Durante la adolescencia Luz Ángela tuvo noviecitos pero nunca una relación seria. Sin embargo, ella siempre soñó con enamorarse, tener un esposo, hijos, una familia. Desafortunadamente ese sueño no se cumplió.  Cuando aparecía un candidato interesado su familia lo ahuyentaba.

Hasta que un día apareció un hombre que comenzó a pretenderla.  Le dijo que era viudo y como vivía solo en Montería Luz Ángela poco a poco se fue enamorando de él.  Años después, se enteró que él estaba casado, pero ya no había nada que hacer porque ella estaba enamorada.  Vivieron juntos más  20 años.  “Durante ese tiempo me olvidé del mundo, me olvidé de la calle, me olvidé de tantas cosas…  Con él tenía estabilidad, estaba tranquila”. 

Pero en el 2009, el amor de su vida se enfermó y murió. La vida de Luz Ángela se reventó: “Quedé sola con una mano adelante y la otra atrás. Dios mío, qué dolor tan grande”. Después de tenerlo todo, a esta mujer le tocó empezar de cero.

Consiguió trabajo como empleada de servicio doméstico y ahí tuvo muchas experiencias desagradables: malos tratos, humillaciones, desprecio “como muchacha del servicio no vales nada. Qué cosa tan horrible. Y eso que  les cuidamos los hijos, les enseñamos, los educamos y aún así, nos tratan como si no valiéramos nada; y el pago es terrible”.

Y su mamá, qué…

“Llevada por mi curiosidad. empecé a buscar a mi mamá. Yo sentía en mi corazón que ella estaba viva, a pesar de que la gente me decía que después de tantos años sin aparecer, seguramente estaba muerta”. 

Su corazón no la engañó. Su madre está viva y actualmente vive en Venezuela, en un albergue para personas adictas. “Mi  prima me contactó para decirme que fuera a buscar a mi mamá a Venezuela porque ella está bastante deteriorada. Pero yo trabajo para subsistir. Sin embargo, es mi mamá. Si me la traen aquí a Colombia al lugar donde yo vivo, yo con mucho gusto la recibo y la atiendo”. 

En este reencuentro con su pasado Luz Ángela se enteró que su abuelo paterno fue un hombre adinerado.  Ella investigó y la información encontró coincide con los datos que una prima suya le había dado. Al parecer su abuelo fue un comerciante que viajaba de pueblo en pueblo y en uno de esos viajes conoció a su abuela, se enamoraron y tuvieron a Rosaura, su madre. Un día desapareció y nunca más se supo de aquel hombre.

Mujer Cafam Córdoba 2018

En medio de la búsqueda de su madre, Luz Ángela recorrió los lugares más tenebrosos de la ciudad, visitó cantinas y burdeles y allí fue conociendo personas que vivían en la calle, adictos al alcohol o las drogas. En cada uno de ellos veía a su madre. 

Como la luz de un ángel, esta mujer comenzó una labor de invaluable generosidad: alimentar a los habitantes de la calle. Primero lo hizo con lo poco que tenía, luego buscó la solidaridad de otras personas y creó un grupo de apoyo. Luego buscó la ayuda del Estado y después de un tiempo logró que la escucharan en el Concejo de Montería. Ahí nació una política pública para la atención al habitante de la calle, que en 2017 se hizo realidad mediante el Acuerdo municipal 074.

Por esta labor Luz Ángela fue exaltada con el premio Mujer Cafam Córdoba 2018, un reconocimiento a su inmensa generosidad y a su trabajo por los seres más vulnerables. Es una pequeña recompensa a una historia de resistencia y resiliencia protagonizada por una mujer que sigue enfrentando los avatares de la vida.

Hoy se desempeña como sacristana en la Catedral de San Jerónimo de Montería. Allí se encarga de los oficios varios y en compensación recibe un salario mínimo, que ajusta con la venta de sus deliciosos almuerzos.