Es hora de abrir nuestro corazón y confiar
Yo vivo en una sociedad conservadora y muy negativa. Las noticias de muerte, corrupción, abuso, pobreza, abundan en los medios de comunicación y en las redes sociales. Y eso nos va llevando a perder la fe, a sentir temor y a creer que todo el que se nos acerca es malo. Ya es hora de cambiar, es hora de abrir nuestro corazón y confiar.
Hace muchos años, en la época en que Medellín vivía la etapa más cruda de la guerra del narcotráfico, iba conduciendo hacia mi casa y se me dañó la llanta trasera izquierda. Justo en una zona muy solitaria. Me detuve y me bajé a mirar el daño. La llanta estaba en el suelo.
No me atreví a cambiar la llanta. Entonces llamé a mi hermano mayor para que me asistiera. Él estaba a unos 15 minutos de distancia. Eran como las 11 de la noche. Entonces me encerré en el carro a esperar que llegara.
Al momento, alcancé a ver por el retrovisor que venía un habitante de calle. Ya te puedes imaginar lo que sentí: “Jesucristo bendito, que no me vea, que siga derecho” pensé. Recordarlo hoy me da risa. Por supuesto, el hombre se detuvo y me tocó la ventana y me dijo: “Mona, ¿le ayudo? Tranquila que no le voy a hacer nada.
No tuve opción. Le entregué a Dios el destino de mi vida, y bajé la ventanilla, lo saludé y le dije, que siguiera su camino que mi hermano estaba por llegar. Él insistió: “No le voy a hacer nada. Yo se cambiar llantas. Durante mucho tiempo fui conductor de camiones pero la rumba me dejó en la calle”. Entonces me encomendé a Dios y me bajé del carro.
Abrí la maleta y él, sacó el repuesto, el gato, la cruceta y cambió la llanta. Yo no lo podía creer. Mientras hacía el cambio, hablamos de su vida, sus viajes y me sorprendió su manera de expresarse y las reflexiones que hizo.
Cuando terminó, acomodó la herramienta en el carro y me dijo: “vio mona que no soy peligroso”. Yo sonreí y le dije: “Al contrario, usted ha sido un ángel para mi”. ¿Qué le debo? Y me respondió: lo que quiera darme: Saqué un billete de $5 000, que hoy sería el equivalente a $10 000, más o menos, y se lo di. Él quedó muy agradecido también.
En ese momento llegó mi hermano y al verme con aquel hombre se bajó bastante prevenido, pero yo lo tranquilicé y le expliqué que él había sido el ángel que me había ayudado a cambiar la llanta.
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Varias lecciones recibí durante esos 15 minutos de conversación. La primera: confiar. Seguramente pensarás que estoy loca, pero no. Las apariencias engañan y ese ángel que cambió la llanta de mi automóvil era un ser humano tan valioso como tu o como yo. Simplemente, su vida había tomado un rumbo diferente al nuestro y terminó en la calle, lo que no lo hace una mala persona.
La segunda: la empatía. Ponernos en los zapatos del otro, en lugar de juzgar por la simple apariencia. El hombre que estaba ese día debajo de unos trapos sucios era un ser humano como tu o como yo. Que fue solidario conmigo y me ayudó sin interés.
La tercera: lo que ha de pasar, pasa. Dios, el Universo, la Divinidad, como quieras llamarlo, nos envía mensajes todos los días que nos ayudan en nuestro camino, pero no siempre los vemos. Esa noche, a través de ese hombre, Dios me trasmitió los mensajes que necesitaba. Y yo tenía la disposición de recibirlos porque abrí mi corazón, confié y en ese momento le entregué las riendas de mi vida.
Hoy 20 años más tarde, ese mensaje también es para ti, es hora de abrir nuestro corazón y confiar.
Tu seguridad no proviene de confiar en los demás. Proviene de confiar en tu propio corazón. No permitas que la vida te convierta en un ser hermético. Abre tu corazón cada vez que necesites hacerlo.