El poder irremplazable del juego tradicional

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En nuestro artículo anterior exploramos cómo el uso excesivo de pantallas puede impactar el cerebro infantil. Ahora, es momento de hablar del antídoto natural: el juego, especialmente al aire libre. Recordar el poder irremplazable del juego tradicional es ofrecer caminos para encontrar un equilibrio que nutra el bienestar integral de nuestros pequeños.

El juego más que un simple pasatiempo, es una necesidad biológica, emocional y social fundamental para el desarrollo humano. De hecho, se le considera el «primer lenguaje del desarrollo». Es a través del juego que los niños exploran el mundo, aprenden a socializar, desarrollan el pensamiento crítico y descubren sus propias capacidades.

El poder de los juegos de la calle

Los beneficios del juego al aire libre son inmensos:

  • ¡Cuerpo sano, mente sana! (salud física y motricidad).

Actividades como correr, saltar, trepar, patear una pelota, o jugr en la calle estimulan su coordinación motora, la fuerza muscular y la conciencia espacial.

Además, la exposición al sol durante el juego al aire libre es crucial para la síntesis de vitamina D. Actividad química esencial para el desarrollo de los huesos y el sistema inmunológico. ¡Pura vitalidad!

  • Corazones contentos (bienestar mental y emocional).

El juego libre mejora el estado de ánimo, reduce los síntomas de depresión y ansiedad, y aumenta la capacidad de atención. Proporciona un espacio seguro donde los niños pueden expresar sus emociones, explorar miedos y aprender a manejar la frustración, fomentando así la resiliencia.

  • Conexiones genuinas (desarrollo social y lenguaje).

Cuando los niños juegan al aire libre de forma no estructurada, interactúan con sus compañeros, aprenden a comunicarse, negociar, resolver conflictos y desarrollar empatía. La comunicación verbal y gestual inherente al juego es fundamental para la riqueza de sus relaciones socioafectivas.

  • Pequeños genios (creatividad y pensamiento crítico).

El entorno natural y el juego libre ofrecen un lienzo ilimitado para la imaginación. Los niños pueden construir, inventar, explorar, analizar, planificar y tomar decisiones sin las restricciones de los espacios cerrados.

El cerebro de un niño es como un jardín en floración y las pantallas pueden ser una fuente de luz artificial intensa que solo ilumina una pequeña parte e impide que las raíces crezcan fuertes y profundas. El juego al aire libre es como la luz solar natural, el agua de lluvia y el suelo fértil: nutre cada parte del cerebro. De esta manera estimula el crecimiento adecuado de los niños y el desarrollo de funciones ejecutivas como el control de la atención, de los impulsos, la regulación emocional, y el pensamiento flexible que las pantallas, pueden obstaculizar.

 Es el «currículo natural» que los prepara para el éxito académico, la competencia social y el bienestar emocional, convirtiéndolo en un pilar insustituible que ninguna herramienta digital puede replicar por completo.

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¿A qué edad se deben exponer a las pantallas?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría (AAP) ofrecen pautas claras para el uso de pantallas, que sirven como un faro para madres, padres y educadores:

EdadRecomendación de tiempo de pantallaNotas Clave
Menores de 2 añosPantallas CEROExcepto videollamadas ocasionales y supervisadas.
De 2 a 4 añosMáximo 1 hora al díaContenido educativo y siempre con acompañamiento adulto.
De 5 a 17 añosNo más de 2 horas al díaEstablecer límites claros y priorizar otras actividades.

Es importante enfatizar en que el «cómo» se usan las pantallas (contenido educativo, acompañamiento adulto) es tan importante como el «cuánto» tiempo se les dedica. Y es que una interacción de calidad puede mitigar algunos efectos negativos y fomentar otros positivos.

Sugerencias para ti y tu familia

Para implementar estas pautas en casa, te sugerimos a ti ya tu familia:

  • Sé el ejemplo a seguir. Tus hijos imitan lo que ven. Si modelas comportamientos saludables sin pantallas (leyendo, haciendo deporte), es más probable que tus hijos los adopten.
  • Retrasa la el uso de pantallas. Es mucho más sencillo evitar introducir las pantallas a los más pequeños que intentar retirarlas una vez que ya se han familiarizado con ellas. Piénsalo bien.
  • Reglas claras y consistencia. Establece límites y horarios específicos para el uso de pantallas y asegúrate de que todos los cuidadores los cumplan de manera coherente.
  • Ofrece alternativas atractivas. Fomenta el juego al aire libre, la lectura, las actividades artísticas y manualidades, los rompecabezas, e involucra a los niños en tareas domésticas. ¡Hay un mundo de posibilidades!
  • Las pantallas, un privilegio, no un derecho. Hay que enseñarles que el uso de pantallas es un privilegio que se ganan con comportamientos positivos, como ayudar en casa o pasar tiempo al aire libre, en lugar de utilizarlas como castigo o recompensa.
  • Espacios y momentos libres de pantallas. Las pantallas no deben estar presentes durante las comidas familiares, ni en los dormitorios, y mucho menos una o dos horas antes de dormir, ya que el sueño es sagrado para el desarrollo.
  • Calidad del contenido y acompañamiento. Si se permite el tiempo de pantalla, se debe asegurar que el contenido sea de alta calidad educativa y, siempre que sea posible, se recomienda que un adulto lo vea con el niño, dialogando e interactuando para enriquecer la experiencia y fomentar el aprendizaje.
Tu papel para recuperar el poder irremplazable del juego tradicional

La tecnología no es el enemigo, pero su uso desmedido y pasivo sí puede serlo. El objetivo es encontrar un equilibrio que permita a los niños crecer de forma plena, aprovechando lo bueno de la tecnología sin comprometer su desarrollo fundamental. Se trata de una crianza y educación digital consciente, donde la tecnología es una herramienta que gestionamos, no una actividad por defecto.

Para lograr este equilibrio en tu hogar y en el aula, te sugerimos implementar estas estrategias:

  • Fomenta el aburrimiento creativo. Permitir que los niños experimenten el aburrimiento los impulsa a buscar sus propios recursos para estimularse a través del juego, desarrollando así la atención y la creatividad. ¡Verás lo que son capaces de hacer!
  • Prioriza el contacto humano. La interacción cara a cara, las conversaciones significativas y los juegos en grupo son insustituibles para el desarrollo del lenguaje, las habilidades sociales y el fortalecimiento del vínculo afectivo.
  • Crea rutinas equilibradas. Es fundamental incluir tiempo diario para la actividad física, la lectura, el juego libre, el descanso adecuado y las comidas en familia, asegurándose de que estos momentos estén libres de pantallas.

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En definitiva, se trata de actuar con intención y conciencia. Cada pequeño cambio suma. Proteger la infancia de la sobreexposición digital es preservar una parte vital de lo que nos hace humanos, recordando que el juego es, en esencia, vivir.