Al 2022, gracias
Hoy, mientras el calendario anuncia el final de un año más, me detengo a mirar hacia atrás. No con nostalgia, ni con prisa. Solo con gratitud. Porque aunque al principio pensé que el 2022 no traía nada especial, al hacer el balance me doy cuenta de que fue un año profundamente significativo. De esos que te transforman sin alboroto, en silencio, desde adentro. Al 2022, gracias.
Fue el año en el que cumplió uno de mis sueños más grandes: hacer mi primer documental. Crónica de un camino a la esperanza nació de una deuda que, como periodista, sentía que tenía con Caicedo, un municipio que resiste con dignidad, y del respeto por dos hombres inolvidables: Gilberto Echeverri Mejía y Guillermo Gaviria Correa.
Gracias al universo, ya cada persona que aportó su luz, ese proyecto se hizo realidad. Y yo, que tantas veces he dudado de mí, entendí que si te lo propones, puedes lograr lo que quieras.
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Un año de mucho aprendizaje
También fue el año en que solté una etapa larga de mi vida. Después de casi de 7 años como contratista de la Alcaldía de Medellín, cerré ese ciclo. Muchos pensará que eso me quitaría la tranquilidad. Pero fue todo lo contrario.
Salir de esa zona cómoda me permitió entregarme a Heterodiversa , un proyecto que llevaba tiempo gestando en silencio. En 2021 sembré la semilla. En 2022, por fin, sentí que echó raíces. Y ya lo veo: va creciendo fuerte, con propósito, hacia el cielo.
En lo personal, crecí más que nunca. Asumí con más conciencia mi papel de cuidadora de mis padres. Mi papá, con 89 años y Alzheimer, y mi mamá, con 85, lúcida pero terca como ella sola. Cocinar, cuidar de ellos, sostener el hogar y trabajar… fue un reto enorme. Al principio me sentí agotada. Pero lo logré. Y como el universo sabe cuándo intervenir, desde octubre tenemos una ayuda en casa que me ha traído alivio.
En lo económico, claro que sentí el cambio. Pero no me faltó nada. Sigo cumpliendo con mis compromisos y, aun así, puedo darme el lujo de viajar a Argentina. Estuve en Buenos Aires con los mejores anfitriones del mundo, Oscar y Clemen. Viví un retiro de yoga en Necochea que me reconectó con mi esencia. Allí conocí a Sadeva Dharmanath, mi maestro, y a dos mujeres que se quedaron para siempre en mi corazón.
Un año para celebrar y agradecer
Mi hijo se graduó como Administrador de Negocios Internacionales. Un objetivo postergado por la pandemia que, por fin, se cumplió. Me reencontré con mi familia costeña en Montería, celebré con mis amigas de la universidad en Medellín y compartí terapias de risa y cariño con las amigas de la adolescencia. Todo eso fue medicina para el alma.
Y en medio de todo, mis compañeras fieles, Katy y Martina, mis perritas, no se despegaron de mí. Me acompañaron, me hicieron reír, me cuidaron como solo ellas saben hacerlo.
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De salud, estuve bien. Una gripe fuerte a mitad de año que quizás fue Covid, pero nada grave. Me cuidé y cuidé a los míos.
Hoy, solo me resta decir gracias. A este año que no parecía especial, pero que lo fue. A las personas que caminaron a mi lado. A mi familia. Al universo. A la vida.
Al 2022, gracias, gracias, gracias.