Una llamada, un abrazo, o una simple pregunta puede salvar una vida
Existe una historia sobre la resiliencia que nos habla de dos flechas. La primera es la del dolor que nos atraviesa en algún momento de la vida por una pérdida, una enfermedad y la desesperación que nos consume sin darnos un motivo claro. La segunda es la del sufrimiento, la que nos disparamos a nosotros mismos al juzgarnos, avergonzarnos de lo que sentimos, o al percibir que no hay con quien hablar. En el Día Internacional de la Prevención del Suicidio, comparto una guía práctica para aprender a esquivar esa segunda flecha y recordar que incluso en la noche más oscura, hay una luz al final del túnel y una llamada, un abrazo, o una simple pregunta puede salvar una vida.
Señales de alerta: un alma que grita en silencio
Una de las barreras más grandes para ayudar es no saber qué buscar. Cuando alguien está considerando el suicidio, su alma a menudo emite una serie de señales, sutiles o evidentes, que nunca deben ser ignoradas. Es como si el dolor fuera tan grande que empezara a salirse por los bordes. Fíjate, las señales pueden manifestarse de distintas maneras:
En su voz. Hablar de querer morir, de sentirse vacío, sin motivos para vivir o sin una salida. También pueden decir que se sienten como una carga para los demás o despedirse de forma inusual de sus seres queridos.
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En su comportamiento. Un cambio drástico de humor, el alejamiento de amigos y familiares, o el acto de regalar pertenencias importantes. A veces, después de un período de gran agitación, puede aparecer una calma repentina, un silencio que puede indicar que la persona ha tomado una decisión. Este patrón de señales es lo que nos alerta sobre la urgencia del problema.
Entendiendo la tormenta interior
El comportamiento suicida es complejo y multifactorial. A menudo está asociado a trastornos mentales como la depresión o el abuso de sustancias sicoactivas. La patología dual, es decir, la combinación de una enfermedad mental con el consumo de psicotrópicos, es un factor de alto riesgo. Además, factores sociales como el desempleo, la exclusión o el acoso también pueden aumentar la vulnerabilidad.
Fíjate en este dato: mientras la mayoría de los intentos de suicidio en Colombia son de mujeres (64,3%), la mayoría de las muertes (79%) la protagonizan los hombres. Este dato tan doloroso nos enseña que las barreras culturales y el estigma que impide a los hombres pedir ayuda tienen un costo trágicamente alto. La prevención, en este sentido, debe ser un esfuerzo sensato al género.
Cómo tender la mano: el camino de la empatía y el coraje
La pregunta de oro es siempre: ¿Cómo ayudo? El primer paso es armarse de valor. Preguntar directamente, con sensibilidad, pero sin rodeos: «¿Estás pensando en suicidarte?”. La verdad es que esta pregunta no induce al suicidio, sino que abre una puerta que podría salvar una vida.
Después, es fundamental saber escuchar sin juzgar, sin sermonear y sin minimizar el dolor. La empatía es un puente. Se trata de validar los sentimientos de la otra persona sin que el dolor de ella te consuma. Frases como “Lamento que te sientas así” o “Parece que estás sufriendo un dolor tremendo” pueden ser un primer salvavidas. Además, es crucial crear un entorno seguro retirando objetos peligrosos como medicamentos, armas o elementos cortantes que puedan estar a su alcance. Y por último, y más importante, buscar ayuda profesional.
Un salvavidas a una llamada de distancia
El tratamiento profesional es la fundamental. Es como tener una guía en la montaña: no puede subir la cima por ti, pero sí puede acompañarte y darte las herramientas para que encuentres tu propio camino. Por eso, no hay que esperar, hay que actuar de inmediato.
Línea 106 “El poder de ser escuchado”: Un servicio gratuito y confidencial disponible 24 horas al día, 7 días a la semana en Bogotá y varios departamentos.
Línea Psicoactiva (018000112439): Un recurso invaluable que aborda el consumo de sustancias psicoactivas.
Línea 125 y Líneas CRUE son recursos de emergencia disponibles 24/7 en varias regiones del país.
Sanar no es olvidar:la belleza del Kintsugi
Sanar no es borrar las heridas, sino de transformarlas. Existe un arte japonés llamado Kintsugi, que consiste en reparar la cerámica rota rellenando sus grietas con laca espolvoreada con oro. Con este arte, la pieza no solo se recupera, sino que se convierte en una obra más valiosa y única que la original, y sus cicatrices doradas son una prueba de que ha superado la adversidad.
De manera similar, el dolor puede dejar grietas en nosotros, pero con la ayuda de profesionales, el apoyo de nuestros seres queridos y el cultivo de la resiliencia y el optimismo, podemos aprender a llenar esas grietas con la luz de la esperanza. Porque las cicatrices son una prueba de que hemos resistido la tormenta.
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El suicidio es un problema de salud pública, pero también es un grito desesperado. Seamos oídos que escuchan, brazos que abrazan y lazos que no se rompen. Si este texto te ha servido, compártelo. Incluso en la noche más oscura, hay una luz al final del túnel y una llamada, un abrazo, o una simple pregunta puede salvar una vida.