¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?

Cada primero de mayo, el mundo se detiene para evocar las luchas obreras por lograr condiciones laborales dignas. En 2025, esta jornada adquiere una relevancia particular, marcada por debates sobre reformas laborales, negociaciones salariales y la persistente informalidad en el empleo. ¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?

Todo comenzó en 1886, en Chicago, cuando miles de obreros estadounidenses salieron a protestar por condiciones justas de trabajo. La represión fue brutal. El 4 de mayo, una bomba explotó en la plaza de Haymarket, y la violencia terminó con la vida de manifestantes y policías.

Ocho líderes sindicales fueron acusados, algunos ejecutados. En honor a ellos, en 1889, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, en París, declaró el 1 de mayo como el Día Internacional del Trabajador. Así, nació una fecha conmemorativa que no celebra el trabajo en sí, sino la lucha por hacerlo digno.

Hoy, en pleno siglo XXI, el mundo laboral ha cambiado radicalmente. La revolución digital, el teletrabajo, el auge del emprendimiento y las plataformas digitales han transformado la manera en que se entiende el empleo. Muchas personas ya no “tienen” un trabajo: lo crean. Sin embargo, estas nuevas formas de laborar también traen consigo retos, como la informalidad, la falta de garantías laborales y la desconexión emocional del trabajo con un propósito.

¿Qué papel juegan los sindicatos?

Es probable que éstas sean algunas razones por las cuales los sindicatos han perdido fuerza, aunque siguen siendo necesarios. Sin embargo, su rol debe evolucionar: no solo defender derechos adquiridos, sino dialogar con las nuevas realidades laborales, proteger a trabajadores independientes, promover la equidad en las plataformas digitales y velar por la salud mental de quienes trabajan en entornos exigentes y cambiantes.

América Latina, y especialmente Colombia, enfrenta una deuda histórica con sus trabajadores. Según la Organización Internacional del Trabajo, la región tiene altos índices de informalidad laboral —más del 50% en algunos países—, lo que significa que millones de personas trabajan sin contratos, sin seguridad social, sin protección.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en febrero de 2025, la tasa de desempleo en Colombia fue del 10,3%, mostrando una disminución respecto al año anterior. Sin embargo, aún persisten desigualdades profundas: largas jornadas, bajos salarios, brechas de género, trabajo infantil y condiciones peligrosas en sectores como el agro o la minería.

Hoy, conmemorar el Día del Trabajo no puede quedarse en pancartas y discursos politiqueros. Es necesario preguntarnos: ¿trabajamos para vivir o vivimos para trabajar? ¿Tenemos condiciones justas? ¿Valoramos a quienes limpian nuestras calles, cuidan nuestras familias o cultivan nuestros alimentos? ¿Nos sentimos realizados en lo que hacemos?

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En tiempos donde el “trabajo soñado” convive con el “rebusque diario”, el verdadero homenaje es colectivo: construir entre todos un sistema laboral que sea justo, seguro, humano. Uno donde la productividad no signifique explotación, y donde el bienestar sea el centro de toda actividad. Porque un país que honra a sus trabajadores es un país que progresa con dignidad.