Pepe Mujica y su número 7

En un mundo donde la política es sinónimo de populismo, promesas incumplidas y corrupción, José “Pepe” Mujica era un “bicho raro”. Raro, como el número 7. Fue diferente, coherente, honesto y profundamente humano. Esta es la historia Pepe Mujica y su número 7.

Murió el pasado 13 de mayo, justo siete días antes de cumplir 90 años. Qué coincidencia —o tal vez no— que su vida haya estado marcada por la vibración del número 7: símbolo de introspección, espiritualidad, independencia y misterio. Este número que representa a quienes se alejan del ruido para escuchar lo que realmente importa.

José Alberto Mujica Cordano fue guerrillero, preso, presidente, filósofo campesino y sabio sin diploma. Pero, sobre todo, fue un ser humano profundamente coherente. Como el 7, era difícil de entender. Prefería la noche, el pensamiento, la tierra húmeda y las flores sencillas de su jardín.

Nunca le importo agradar a los demás. “Triunfar en la vida no es ganar, es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”, decía, como quien se levanta después de una tormenta y vuelve a sembrar.

No vivía para el aplauso. Donó parte de su sueldo como presidente, evitó los lujos y prefirió su casita del campo, rodeado de perros, árboles y una rutina sin escoltas. Mujica vivió a su manera.

Humildad y coherencia en tiempos de demagogia

Fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, y bajo su mandato el país dio pasos gigantes hacia la inclusión: legalizó el aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana, convencido de que la libertad y la justicia social no deben pelearse.

No todo fue perfecto: la economía tuvo tropiezos y la educación no despegó como se esperaba. Pero él no escondió sus errores, a contrario, los asumió sin misterio. Otra rareza.

En el ámbito internacional, Pepe Mujica y su número 7, tejió relaciones con líderes extremos como Obama y Chávez, y acogió refugiados sirios y ex reclusos de Guantánamo.

Más allá del político, Mujica mostró que se puede ser poderoso sin ser altanero y gobernar sin corbata. Su vida es una invitación a elegir lo simple, a pensar antes de consumir y a caminar más despacio y con más sentido.

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Como el número 7, fue introspectivo, libre, incomprendido por muchos, pero fiel a sí mismo. Y desde ahí, desde ese rincón íntimo de su coherencia, nos mostró que sí, otro mundo es posible. Uno donde la humanidad no se mide por el cargo, sino por el corazón.