Las cataratas de Iguazú son la certeza de que Dios existe

Te paras frente a ellas y el mundo parece detenerse. La fuerza, el rugido y la imponencia del agua que cae desde alturas; los arcoíris que surgen con el sol y la niebla que acaricia tu rostro, son un espectáculo que toca tu alma. Las cataratas de Iguazú son la certeza de que Dios existe. Cuando estas allí sientes el poder de la Divinidad.

Hace varios años, con motivo de la celebración de mis 50, viajé a Argentina y el día de mi cumpleaños estuve con mi hijo en las cataratas de Iguazú, un lugar majestuoso que cambió nuestras vidas para siempre.

Situadas en la frontera entre Argentina y Brasil, estas cataratas son un espectáculo sin igual. Están conformadas por 275 saltos de agua que se extienden a lo largo de casi tres kilómetros. La caída más impresionante, conocida como la Garganta del Diablo, alcanza los 80 metros de altura, convirtiéndose en una muestra indiscutible de la fuerza y el poder de la naturaleza.

Al recorrer sus senderos, te sientes envuelto por una energía que es difícil describir. El agua, símbolo de vida y renovación, fluye con una intensidad que no solo se escucha, sino que se siente en lo más profundo de tu ser. ¿Cómo no creer en la existencia de un poder superior frente a semejante obra de arte?

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La selva que rodea las cataratas es un universo en sí mismo. Entre árboles y enredaderas, habitan cientos de especies de animales y plantas. El canto de los pájaros y el zumbido de los insectos se mezclan con el sonido del agua, creando una sinfonía única. Por allí también vuelan mariposas multicolores y se desplazan los famosos coatíes, unos pequeños mamíferos que se desplazan con agilidad por el suelo y los árboles.

Las cataratas de Iguazú no son solo un lugar que se observa, son un espacio que se siente. Allí, frente a su inmensidad, es imposible no reflexionar sobre tu conexión con el mundo y el universo. Algunos lo llaman energía cósmica. Para mi las cataratas de Iguazú son la certeza de que Dios existe.

Para mi recorrer las cataratas fue una experiencia espiritual inolvidable porque me permitió sentir mi pequeñez ante la majestuosidad de la naturaleza. Allí, te convencerás que Dios existe y lo sentirás con tus cinco sentidos y con tu alma.

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Así que, cuando tengas la oportunidad, viaja a las cataratas de Iguazú. Deja que su magia te envuelva, que su fuerza te inspire y que su belleza te transforme. Frente a ellas, entenderás que el verdadero poder no necesita palabras; solo existe, fluye y te invita a creer. Las cataratas de Iguazú son la certeza de que Dios existe.