El incienso se agota
Hace más de dos mil años, el incienso fue un regalo digno de reyes. Hoy, sin embargo, los árboles que lo producen sangran por heridas que no cicatrizan. El incienso se agota.
En las áridas montañas de Somalilandia, donde el árbol Boswellia crece desde tiempos bíblicos, la recolección de su resina se ha vuelto una amenaza silenciosa. Lo que alguna vez fue un arte ancestral y respetuoso, se ha transformado en una sobreexplotación que está llevando a estas especies al borde del colapso.
Anjanette DeCarlo, ecóloga y directora del proyecto Save Frankincense, lo vio con sus propios ojos: árboles con hasta 120 incisiones en sus troncos, cuando el máximo saludable debería ser 12 al año. Como el cuerpo humano, el árbol también necesita sanar. Cada corte es una herida abierta, y cuando no hay tiempo para curarse, llega la infección, la debilidad y, finalmente, la muerte.
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Una industria milenaria bajo presión
El incienso se ha utilizado por más de 5000 años. En rituales religiosos, en medicina tradicional, en perfumes y aceites esenciales. Hoy, el auge de la aromaterapia y el mercado del bienestar —valorado en 7000 millones de dólares— ha disparado la demanda. Grandes empresas lo comercializan en forma de aceite esencial, promovido por sus beneficios para la salud física, mental y emocional.
Pero detrás de su aroma dulce y místico, hay un problema urgente: los árboles no se están regenerando. Estudios recientes muestran que más del 50% de las poblaciones de Boswellia papyrifera —una de las especies más explotadas— no tiene árboles jóvenes. Las causas: el pastoreo descontrolado, incendios forestales y el exceso de cortes para extraer resina.
El problema no solo es ecológico, sino también social. En regiones como Etiopía, Eritrea y Sudán, la recolección de incienso es la única fuente de ingreso para muchas familias. Sin regulaciones claras, los intermediarios compran barato, venden caro y empobrecen aún más a las comunidades.
¿Hay esperanza para el incienso?
Sí, pero depende de decisiones urgentes. Expertos como Frans Bongers, ecólogo de la Universidad de Wageningen, Países Bajos, proponen pautas claras: limitar las incisiones, dejar descansar a los árboles, proteger las zonas de regeneración y cortar el paso al ganado. Algunas empresas ya están invirtiendo en proyectos de sostenibilidad, y consumidores conscientes comienzan a exigir productos con trazabilidad ética.
También es fundamental que los gobiernos apoyen a los pequeños recolectores y se comprometan con políticas de conservación. En Somalilandia, el sistema tradicional de justicia prohíbe la sobreexplotación, pero su implementación es difícil en regiones tan remotas.
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Tú, como consumidor, también puedes marcar la diferencia. Elegir productos sostenibles, informarte sobre su origen y apoyar a marcas comprometidas con el comercio justo es una forma de proteger estos árboles sagrados.
Porque el incienso no es solo un aroma antiguo. Es la memoria de la Tierra, la conexión con lo sagrado. Y si no actuamos ahora, su silencio será definitivo. El incienso se agota.
*Información extractada de nationalgeografic.es