El año que viene será mucho mejor
En nuestra sociedad tenemos la costumbre de que cada 31 de diciembre hacemos un corte en nuestra vida. Algunos evaluamos los logros y analizamos lo que quedo pendiente. Siempre con la esperanza de que “el año que viene será mucho mejor”.
Pocas veces he tenido cambios radicales de un año a otro. Pero en los últimos tiempos mi vida tuvo dos movimientos fuertes. El año pasado cuando me mudé a Montería y éste, que regresé a mi tierra.
En Montería
Fueron 10 maravillosos meses de aprendizaje, de probarme en un territorio y una cultura diferentes. Al principio me costó mucho entender las dinámicas sociales, políticas y culturales de la ciudad a la que llegué el 12 de febrero de 2023.
Medellín y Montería son ciudades muy distintas. El clima, la extensión y forma del territorio, la población, la cultura, el desarrollo, etc. Sin embargo, poco a poco fui entendiendo las maneras de pensar y de actuar de quienes viven allí y fui adaptándome y ubicando mi lugar en San Jerónimo de Montería.
Encontré seres maravillosos, diferentes, salidos del patrón habitual de este territorio. De ellos, además de mis familiares, recibí su buena vibra, su apoyo incondicional, sus enseñanzas.
En el trabajo
En el trabajo tuve muchos desafíos: desorganización, desencuentros, falta de comunicación, improvisación. Sentí que el trabajo del equipo del que yo hacía parte era subvalorado.
Muchos profesionales de otras áreas del conocimiento se inmiscuyeron en nuestras actividades, alterando las acciones propuestas, provocando en nosotros un desgaste físico y mental innecesario y poniendo en riesgo los resultados.
Eso nos mantuvo, casi siempre, en estado de estrés, pero al mismo tiempo nos obligó a ser más creativos, más pacientes, más resilientes. Por fortuna, siempre nos “pusimos la 10” y logramos cumplir con todo.
Me traje en el corazón grandes amigos, de esos que llegan y nunca se van, de los que a pesar del tiempo y la distancia siempre serán los mismos.
Agradezco a todas las personas que se cruzaron en mi camino y fueron maestros de confianza, solidaridad, disciplina, lealtad, compromiso, creatividad, diversión, responsabilidad y mucho más.
Tiempo para valorar
También fue un tiempo para valorar la simpleza de la vida: Tener un lugar para llegar después del trabajo, disfrutar los amaneceres y los atardeceres desde mi ventana; respirar el olor de la maleza; apreciar la belleza de la fauna y la flora de esta ciudad…
Estar lejos de mi familia y sentir su ausencia me llevó valorar más su existencia en mi vida. Disfrutar las conversaciones y gozar con las ocurrencias de mis dos chiquis (Lina María y César Andrés) fue muy enriquecedor para mí. Los niños son nuestros maestros y tener la posibilidad de tenerlos cerca es una bendición.
La vida es un viaje permanente
Estos 10 meses de viaje fueron una montaña rusa de emociones que alimentó mi alma. Entender la cultura, las maneras de pensar, de actuar, de vivir y acomodarme, fue todo un desafío. Gracias, gracias, gracias.
Ahora me preparo para las nuevas aventuras, que traerá este 2023 que promete ser mejor que el 2023.
La vida es un viaje permanente que puede cambiar de rumbo en cualquier momento. Todo es posible. Todos los momentos son sagrados y debemos valorarlos.
Tómate tu tiempo para valorar este nuevo comienzo.