Ángela: el poder de la mente y la fuerza de la resiliencia
Esta es la historia de una súper mujer que a pesar de ser dehasuciada, no se dejó derrumbar y decidió vivir. Ya han pasado cuatro años y está mas viva que nunca. Ángela: el poder de la mente y la fuerza de la resiliencia.
Ángela, a quien también llamaré La Negra, junto con su hermana mayor, Marcela Ramírez y su mamá Edilma Acevedo, eran reconocidas en su barrio por las fiestas que eran frecuentes, sobre todo en diciembre porque su mamá era la “reina de la navidad”. La Negra, adoraba el último mes del año, además, porque todo lo que pedía al niño Dios, se lo traía, sin saber el gran esfuerzo que tenía que hacer Edilma para darle gusto a sus hijas.
Desde muy pequeña comenzó su práctica deportiva. Su mamá la llevaba a los entrenamientos de su hermana y un día, durante una competencia ella terminó metida en el agua y desde ahí siempre ha estado conectada con las piscinas.
Ha hecho parte de las selecciones Antioquia y Colombia, de Polo acuático. Ha viajado a diferentes partes del mundo a representar a nuestro país en torneos internacionales, “jugar polo acuático, viajar y conocer gente, siempre, siempre, será lo mío”.
Se destacó en el colegio y durante sus primeros años ganó una beca que sostuvo hasta que se graduó con honores. Mientras Ángela se ocupaba responsablemente de sus estudios, su mamá fue diagnosticada con una enfermedad muy rara: Poliquistosis Renal y Hepática, una dolencia que padecen las mujeres y se hereda de madres a hijas. La Negra fue consiente de lo que significaba esta enfermedad mucho tiempo después, cuando entró en la universidad.
Soñaba con ser traductora simultánea y se presentó en la Universidad de Antioquia, pero no pasó. Entonces estudió Producción de TV en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. También estudió 5 semestres de licenciatura en Educación Preescolar pero no terminó “porque estaba metida en muchas cosas”.
La vida de La Negra era “normal”: estudiaba, entrenaba, viajaba, conocía gente, salía de rumba. En fin, hacía todo lo que una joven de su edad podía hacer.
Después de graduarse como Productora de Televisión, la empresa donde hizo las prácticas profesionales, la vinculó y allí estuvo cerca de 12 años.
Sorpresas te da la vida
Llegó el año 2009 y con él, un fuerte remesón en la vida de La Negra. Su madre se enfermó y perdió su batalla contra la Poliquistosis Renal y Hepática. El 6 de noviembre murió Edilma y la vida de La Negra se derrumbó. Su hermana ya se había casado y ella quedó sola en una casa que le provocaba una gran desolación.
Doce días después de la muerte de su mamá, La Negra viajó a Argentina a participar en un torneo de Polo acuático. Su entrenador la motivó y como en otras oportunidades, viajó y se alejó temporalmente del dolor y la soledad de la muerte de su mamá.
En diciembre, el mes que hasta entonces había sido el preferido de Ángela, regresó a Colombia. Era la primera Navidad sin su mamá y en Nochebuena, La Negra prefirió encerrarse en la cajuela de un carro, para que nadie la molestara porque no quería fiestas, no quería villancicos, no quería nada. Solo llorar, llorar y llorar. Su hermana fue un poco más racional y como su hijo estaba pequeño, organizó como pudo, el ambiente navideño en su casa y trato de celebrar de una manera mesurada.
El 31 de diciembre fue todavía más doloroso porque se quedó en la casa de donde Edilma nunca quiso salir, hasta el día de su muerte. Por eso la sentía más grande de lo que era. Su soledad era inmensa. “Fue terrible”.
Y la vida sigue su rumbo
Después de la muerte de su mamá vinieron días muy difíciles para La Negra. Se sentía en el aire, sin rumbo, no sabía por dónde empezar. Entonces, tuvo que hacerse cargo de su vida. Su hermana Marcela, Lita como le dice, siempre incondicional, con su amor, fue un apoyo inmenso para ella.
Al año siguiente, en 2010, la llamaron para que hiciera parte del equipo de juegos del Desafío un “reality show” realizado en Colombia. Luego de pasar las pruebas, se fue para Panamá. Estaba destruida porque además de vivir la muerte de su madre, se acababa de separar de su pareja con quien había vivido varios años.
Ese viaje fue muy intenso por el momento que estaba viviendo y aunque disfrutaba ese trabajo, tuvo muchos momentos de quiebre, de llanto.
Allí apareció Ricardo Castillo “Richi”. Al principio no lo vio. Pero luego, por asuntos laborales que debían compartir él se hizo notar con su galantería y con detalles que tocaron su corazón.
Una alerta temprana
La vida de La Negra siguió de manera relativamente normal hasta que un día, en una de esas citas médicas rutinarias, en una ecografía aparecieron los mismos quistes que se llevaron a su mamá.
“Busqué por medio de una compañera de la piscina, una cita con el mejor hepatólogo de la ciudad y llegué donde él para preguntarle sobre la Poliquistosis Renal y Hepática. Quería que me explicara “en coquito”, en palabras sencillas, qué era, de dónde venía, qué me pasaría si seguía avanzando… Quería saber todo”.
El especialista revisó la historia clínica de La Negra y evaluó los exámenes que le habían hecho. Fue una consulta extensa, de más de una hora. Al final, con cierta tranquilidad le dijo que podía llevar su vida de manera normal pues el tamaño de sus quistes no era tan significativo, al menos en ese momento. Le explicó que eran del tamaño de un punto hecho con un lapicero y que por lo tanto no tendría problemas. “Así que no te preocupes que no pasa nada”, le aseguró. Le dio vía libre para ir al próximo mundial de Polo acuático y le recomendó revisar su dieta alimenticia y evitar el consumo de licor.
La muerte se asoma otra vez
Ángela siguió su vida normal: entrenamiento de polo acuático, trabajo, rumba, todo normal.
En marzo de 2015, cuando llegaba a los 4 meses de gestación, supo que estaba embarazada. Una noticia que le produjo sentimientos encontrados porque no estaba entre sus planes y a la semana siguiente tenía una cita con la nefróloga para evaluar su estado de salud e iniciar el tratamiento de su enfermedad.
Esa semana tuvo un sangrado y consultó de inmediato al médico quien ordenó exámenes y por los resultados, le dio un parte de tranquilidad y ordenó reposo unos días. Como coincidió con el fin de semana, ella se fue para donde su hermana y allí permaneció cuidándose y dejándose cuidar mientras pensaba, en su próxima cita con la Nefróloga.
Y se llegó el día de la cita. De entrada, La Negra, le informó a la Nefróloga que estaba embarazada y como si fuera culpable de algún delito, la especialista la regañó. Sin embargo, en ese momento las prioridades cambiaron y entonces lo importante era cuidar esa vida que apenas comenzaba. El tratamiento de la Poliquistosis quedó en pausa y le ordenaron varios exámenes para ver el estado de salud del bebé.
En la clínica en donde le harían la ecografía, la dejaron internada. Al día siguiente muy temprano, llegó el médico responsable de hacerle los exámenes. Ya en el consultorio comenzó la ecografía y luego de recorrer su abdomen varias veces, de mirarla otras tantas, finalmente le dijo “este bebé no tiene vitalidad”. Ella guardó silencio. Él sorprendido le preguntó “¿entendiste lo que te dije?” y siguió: “este bebé no tiene vida, el corazoncito de este bebé no está palpitando”. En medio del silencio y la tensión ella se derrumbó y estalló en llanto. El médico se acercó y la abrazó.
En este examen también se evidenció la presencia de la Poliquistosis Renal y Hepática, esa extraña enfermedad que se llevó a su madre y también había llegado al cuerpo de su hermana.
Pese a la reconfirmación de su enfermedad y a la pérdida del bebé, Ángela siguió su vida como venía: con su deporte, sus antojos de comida chatarra que no dejaba, salidas con sus amigas y las fiestas a las que la invitaban y que a ella le costaba rechazar. Dejó de ir un año a sus citas de control y se sometió a exigentes entrenamientos porque se acercaba el mundial de natación en Budapest, Hungría.