Todo ocurre por una razón
Desde hace mucho tiempo he escuchado, y yo misma lo he repetido, que “todo ocurre por una razón”, así no siempre lo entendamos. Este fin de semana hice un viaje que no tenía en mis planes pero que recibí con mucho agradecimiento porque sería una oportunidad para mi ejercicio periodístico, promovería mi página y vería a una gran amiga que hacía mucho tiempo no veía.
Fue una invitación de la Alcaldía de Sonsón que no esperaba: hace varios años no hago parte de la nómina de un medio de comunicación tradicional y www.heterodiversa.com, con un poco más de 2 años de vida, apenas está dando sus primeros pasos y todavía no está incluida en las bases de datos de muchos jefes de prensa.
Pero como todo ocurre por una razón, esta invitación fue posible porque Andrés Higuita de Teleantioquia, a quien conocí hace dos años, propuso mi nombre para que fuera incluida en esta primera y única invitación que recibí este año, con motivo de la celebración del día clásico del periodista.
Estando en Sonsón, también podría ver a mi amiga para desatrasarnos de algunas historias vividas en los últimos años. Su número de celular se había borrado de mis contactos, pero lo conseguí nuevamente con una amiga. La llamé, pero el número estaba desconectado. Así que tendría que buscarla directamente en el pueblo.
Qué pasó antes del encuentro
Sonsón está ubicado a 115 km de Medellín y es uno de los municipios más grandes de Antioquia. Ha sido cuna de grandes personajes nacionales; allí se originó la colonización antioqueña hacia el viejo Caldas, Cauca y Valle del Cauca y posee una gran riqueza histórica.
Llegué a las 2:00 de la tarde, después de un recorrido de casi dos horas desde Rionegro donde nos recogieron a mí y a otros periodistas que viajábamos desde Medellín y otros municipios del oriente.
La agenda que nos tenía preparada la Alcaldía estaba bastante “carnuda”. Llegamos al Hotel El Tesoro, una casa antigua de más de 200 años, adaptada para recibir a los turistas y a la que le dedicaré un artículo especial.
Una vez nos instalamos nos ofrecieron el almuerzo y tan pronto tuve la oportunidad, comencé a preguntar por mi amiga y su familia, pero no me dieron razón de ella.
Luego se me ocurrió abrir mi Facebook y buscar una foto de su sobrina menor. Una de las chicas de comunicaciones de la Alcaldía la identificó y me dijo que cuando saliéramos a hacer el recorrido me mostraría la casa donde vivía.
Fuimos a conocer 3 de los 8 museos que tiene el Sonsón: la Casa de los Abuelos, la Casa de la Cultura y el Museo de Arte Religioso. Cada uno de estos espacios cuenta, desde una óptica diferente, la historia del municipio.
La Casa de los Abuelos fue fundada en 1956 por el médico Alfredo Correa Henao. En la actualidad, este museo cuenta con tres exposiciones permanentes: la costumbrista, que muestra elementos propios de la cultura antioqueña de mediados del siglo XIX; la folclórica, que recrea algunos espacios de la vida urbana de esta época, y la arqueológica que expone objetos de las culturas prehispánicas que habitaron Sonsón.
El esperado encuentro
Cuando nos dirigíamos a la Casa de la Cultura la chica de comunicaciones, me mostró la casa. Inmediatamente, me salí del grupo y fui corriendo a buscar la entrada. Estaba super emocionada. Timbré y segundos más tarde se asomó por el balcón la hermana de mi amiga.
“Negra, soy Matilde, la amiga de Beatriz”, grite emocionada. No me respondió. Seguí: “Soy Maty, ¿te acuerdas de mí?”. Me respondió: “Sí, si me acuerdo”. “¿Y Beatriz, está?” En ese momento la expresión de su cara cambió. Y me dijo: “mira las llaves” y las lanzó.
En ese instante me olvidé de mis compañeros de viaje que siguieron el recorrido hacia la Casa de la Cultura. Cogí las llaves y volé a abrir la puerta.
Entré, pero tuve que esperar a que la Negra encendiera la luz para poder subir las escaleras. Mientras subía, la saludé, le pregunté por sus hijos y cuando faltaban dos escalones para llegar pregunté por Beatriz. Su semblante cambió y me respondió: “Tiz murió el año pasado”.
No encuentro cómo explicar lo que sentí. Me quedé por unos segundos congelada y luego mientras preguntaba con la voz entrecortada que había pasado, me le acerqué a La Negra, la abracé y lloré. Ella también lloró. Así estuvimos un momento.
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A Beatriz la conocí hace cerca de 30 años. Fuimos compañeras de trabajo y desde que nos conocimos nos hicimos grandes amigas. Fue una gran maestra, la primera persona que me habló del autoconocimiento y me hizo terapia a través de la meditación activa. Una de sus primeras lecciones fue enseñarme que las personas que están a nuestro alrededor son espejos que reflejan lo que somos Si alguien nos cae mal o nos molestan su comportamiento es porque nos está mostrando eso de nosotros que no nos gusta.
Nos veíamos con frecuencia hasta que se fue a vivir a Sonsón. Entonces ya era difícil encontrarnos.
Su muerte llegó rápido. Se había deteriorado mucho. Una noche se sintió muy mal y La Negra corrió con ella para el hospital. La ingresaron a urgencias y horas más tarde la pasaron a la UCI. Su hígado no aguantó y en 15 días su cuerpo colapsó.
No quiso que llamaran a nadie porque no quería que la vieran tan enferma. En los últimos meses su cuerpo se había deteriorado muchísimo, me contó La Negra. Me hubiera gustado estar ahí para acompañarla, pero no fue posible. Todo ocurre por alguna razón, aunque en este momento no lo comprenda.
Con el corazón arrugado me despedí de La Negra y me fui a buscar a mis compañeros de viaje. Llegué a la Casa de la Cultura, pero ya habían salido de allí. Los alcancé en la casa de Edison Andrés Castro Castaño, un fragüero que preserva la tradición de fabricar herraduras artesanalmente. A este joven también dedicaré un artículo especial.
De la fragua fuimos a cenar acompañados por el alcalde Juan Diego Zuluaga Pulgarín que nos contó cómo iba su administración. Allí uno de los compañeros me preguntó por mi amiga y con voz entrecortada le conté que había llegado tarde porque había el año pasado. Él sorprendido se solidarizó conmigo.
De ahí en adelante, el viaje no fue el mismo. No me sentía bien. Esa noche finalizamos la jornada en La Jonda, un lugar muy especial que creó don Gilberto Bustamante para reunirse con su familia y que con el tiempo se convirtió en un museo abierto al público, cargado de objetos, anécdotas e historias.
En el segundo día estuvimos en la Ramada, la finca los Henao Sánchez, una familia muy especial y de las pocas que sostienen el cultivo de Higo, una fruta exótica que poco se consume en Colombia, pero se exporta con éxito a Europa. Ellos también tendrán un artículo especial.
Epílogo
Todo ocurre por alguna razón y agradezco a Dios haberme permitido este viaje; a la Alcaldía de Sonsón por organizar esta inolvidable experiencia no solo por los lugares que visitamos sino por los seres extraordinarios que nos permitieron conocer.
Honro mi profesión que me permite llegar a tantos sitios maravillosos para contar historias, anécdotas y experiencias tan enriquecedoras para el alma.
También agradezco haber podido encontrar a La Negra y enterarme de la muerte de Beatriz. Honro y agradezco su existencia en mi vida. Hoy ella está en un lugar tranquilo, iluminado y lleno de amor. Sé que volveremos a encontrarnos porque nos faltaron experiencias por vivir y lecciones por aprender.