Oscar Wilde: genio, poder y autodestrucción

Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, bajo la vibración numerológica del número 8. Este número, considerado el más fuerte de toda la escala numerológica, está profundamente asociado al plano material, el poder, el gobierno y la justicia. Al calcular su número de vida, encontramos que la suma de su fecha de nacimiento (16 + 10 + 1854) resulta en 8, confirmando que toda su existencia estuvo marcada por la energía dual y extrema de este número: grandeza y caída, éxito y ruina, brillo y oscuridad. Conoce a Oscar Wilde: genio, poder y autodestrucción.
La vida de Wilde fue, desde su inicio, una preparación para el poder y la visibilidad. Hijo de Sir William Wilde, un distinguido cirujano otorrinolaringólogo que fue nombrado caballero por sus servicios a Irlanda, y de Jane Francesca Elgee, una poetiza nacionalista conocida como «Speranza». Oscar creció rodeado de libros, arte y las mejores mentes de Dublín. Esta infancia privilegiada, impregnada de cultura y refinamiento, nutrió su futura obsesión con la belleza y el poder, características esenciales del 8, que anhela dominar el mundo material sin perder de vista la justicia y el orden.
En su juventud académica, Wilde demostró las cualidades positivas del número 8: ambición desmedida, liderazgo natural y excelencia en todo lo que emprendía. Ganó la Medalla de Oro de Berkeley en Trinity College Dublin como el mejor estudiante de griego, y posteriormente el prestigioso Premio Newdigate en Oxford por su poema «Ravenna». Su brillantez intelectual y su capacidad para fascinar con su conversación lo convirtieron en una celebridad universitaria.
Como señalan los estudios numerológicos, las personas del 8 poseen un carisma autoritario y una habilidad innata para atraer la atención y el respeto. Wilde encarnó esta energía al convertirse en el líder del movimiento estético en Inglaterra, proclamando que «todo arte es completamente inútil», una declaración que capturaba la esencia del ideal «el arte por el arte».
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La filosofía estética de Wilde reflejaba perfectamente la vibración del 8: una búsqueda del poder, pero no del poder político convencional, sino del poder cultural y espiritual a través de la belleza. Como defensor del esteticismo, Wilde creía que el arte debía existir únicamente para crear placer sensorial, sin propósito moral o didáctico. Esta postura desafió la moralidad victoriana represiva y lo posicionnó como autoridad intelectual. Después de todo, el 8 no conoce términos medios: gobierna o es gobernado. Wilde eligió gobernar el mundo del arte y la cultura con mano firme.
Pasión extrema y posesión
En el terreno del amor, el 8 manifiesta su naturaleza extremista y obstinada. Wilde se casó con Constance Lloyd en 1884, con quien tuvo dos hijos, Cyril y Vyvyan. Sin embargo, su vida romántica revelaría pronto el lado oscuro del número 8: la incapacidad de encontrar el equilibrio, la tendencia a los excesos y la búsqueda implacable de experiencias intensas sin importar las consecuencias.
En 1891, Wilde conoció a Lord Alfred Douglas, «Bosie», un joven estudiante de Oxford de apenas 21 años. La relación entre ambos fue tempestuosa, apasionada y destructiva. El 8, cuando ama, lo hace con una intensidad que puede resultar abrumadora y posesiva. Wilde escribió a Douglas: «No puedo vivir sin ti», revelando esa dependencia emocional característica del 8, que aunque aparente fortaleza externa, puede volverse vulnerable ante aquello que desea con fervor.
Douglas era egoísta, caprichoso y propenso a los excesos, que Wilde no solo toleró, sino que alimentó. La relación se convirtió en una espiral de champán, lujos y escándalos. El número 8, en su manifestación negativa, puede caer en lo más bajo de los vicios: la gula, el desenfreno sexual, la venganza. Wilde, cegado por su amor obsesivo, permitió que Douglas lo arrastrara a una confrontación legal con el Marqués de Queensberry, padre de Bosie, quien acusó públicamente a Wilde de sodomía.
Justicia kármica del 8
El número 8 está regido por Saturno, el planeta de la justicia y el karma, que enseña a través del sufrimiento. Wilde, en su arrogancia y terquedad decidió demandar al Marqués de Queensberry por difamación en 1895. Esta decisión fue su perdición. Durante el juicio, salieron a la luz pruebas de sus relaciones homosexuales con prostitutos masculinos, y lo que comenzó como una demanda por difamación se convirtió en su propia condena.
Wilde fue arrestado y juzgado por «indecencia grave». Enfrentó dos juicios y finalmente fue declarado culpable y sentenciado a dos años de trabajos forzados en la prisión de Reading. La caída fue tan fuertr como su ascenso había sido brillante. El 8, en su aspecto más oscuro, puede ser implacable consigo mismo y con otros, extremista y radical. Wilde perdió todo: su reputación, su familia, su fortuna. Su esposa Constance le ofreció dinero con la condición de que terminara su relación con Douglas, pero incluso en la miseria, Wilde volvió a reunirse con su amante tras salir de prisión, demostrando esa obstinación característica del 8 que no cede ni ante la ruina total.
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El espejo de su número
La obra más célebre de Wilde, El retrato de Dorian Gray (1890), es una metáfora perfecta de la dualidad del número 8. Dorian Gray, un joven hermoso que vende su alma para mantener su juventud mientras un retrato envejece, representa la lucha entre el mundo material y el espiritual, entre el poder de la belleza y las consecuencias morales de su abuso. El 8 busca dominar el plano material sin perder el alma, pero cuando falla en mantener ese equilibrio, cae en la autodestrucción.
La novela fue calificada como «inmoral» y «venenosa», acusación que más tarde se usaría como evidencia en su contra durante el juicio. Wilde defendió su obra con ferocidad, argumentando que el arte no tiene propósito moral, pero la sociedad no perdonó su transgresión.
Sus obras teatrales, como La importancia de llamarse Ernesto (1895), reflejan también la crítica del 8 hacia la hipocresía y la superficialidad social. El 8, en su búsqueda de justicia, no tolera la falsedad y expone sin piedad las contradicciones de la sociedad que lo rodea.
El exilio y la redención
Tras su liberación en 1897, Wilde adoptó el nombre de Sebastian Melmoth (Sebastián por el mártir cristiano y Melmoth por un personaje gótico que vendió su alma al diablo) y se exilió en Francia. Vivió en la pobreza, bebiendo en exceso y pidiendo dinero prestado, un fantasma de lo que había sido. El 8 negativo puede caer en la soledad, el aislamiento y la amargura. Su último trabajo publicado, La balada de la cárcel de Reading (1898), fue firmado con su número de celda: C.3.3., un recordatorio sombrío de su caída.
Wilde murió en París el 30 de noviembre de 1900, a los 46 años, en la miseria y olvidado por muchos de sus antiguos amigos. Sin embargo, su legado no se perdió. El 8, incluso en su derrota, deja una huella imborrable. Hoy, Wilde es celebrado como un genio literario, un mártir de la libertad sexual y un símbolo de resistencia contra la injusticia. Su tumba en el cementerio Père Lachaise es un lugar de peregrinación, y su vida continúa inspirando debates sobre arte, identidad y libertad.
Mensaje de amor y justicia
Oscar Wilde vivió la paradoja del número 8 en su máxima expresión: alcanzó las alturas del poder cultural y cayó a las profundidades del sufrimiento. Su terquedad, su obstinación y su extremismo lo llevaron tanto al éxito como a la ruina. Pero en su dolor, Wilde descubrió una verdad profunda que compartió en De Profundis , su carta desde prisión a Douglas: el sufrimiento tiene belleza y significado. Esta comprensión final representa la evolución espiritual del 8, que aprende que el verdadero poder no está en dominar el mundo material, sino en encontrar justicia, equilibrio y compasión.
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En sus últimos escritos, Oscar Wilde: genio, poder y autodestrucción, nos enseña que el arte, la belleza y el amor deben servir no solo al placer individual, sino a la creación de un mundo más justo, más libre y más compasivo. Su vida fue evidencia de que el poder sin amor destruye, pero el amor con justicia transforma. Y en esa transformación, el espíritu del número 8 encuentra su verdadera redención.