Bioenergética: una opción para sanar tu cuerpo

El cuerpo recuerda lo que la mente olvida. Los hombros tensos, la mandíbula apretada, la respiración contenida: cada uno de estos gestos corporales guarda la historia de nuestras experiencias. La bioenergética es una herramienta de liberación somática que reconoce al cuerpo como receptor de las emociones y protagonista activo en los procesos de sanación y empoderamiento.​ Bioenergética: una opción para sanar tu cuerpo.

La Programación Neurolingüística (PNL) sostiene que la mente y el cuerpo forman un sistema integrado e inseparable. Lo que ocurre en nuestra cabecita repercute inevitablemente en nuestro estado físico, y viceversa. Esta visión sistémica encuentra un profundo eco en la bioenergética, desarrollada por Alexander Lowen a partir de las investigaciones de Wilhelm Reich.​

Ambos enfoques reconocen que somos seres unificados: no tenemos un cuerpo, somos cuerpo. Cuando pensamos, sentimos, recordamos, todo nuestro organismo participa de esa experiencia. La bioenergética va más allá al proponer que las emociones bloqueadas se quedan literalmente retenidas en la musculatura, creando lo que Reich denominó «coraza muscular». Esta armadura biológica se forma cuando, para evitar sentir dolor, angustia o miedo, disminuimos inconscientemente la respiración y endurecemos el cuerpo.​

La memoria que habita en los músculos

Para la bioenergética, los traumas quedan enraizados en la musculatura corporal. Con el tiempo, esas tensiones se congelan para evitar sentir las verdaderas emociones que nos incomodan por dentro, creando una «memoria emotiva corporal» que recuerda orgánicamente las decisiones biológicas adoptadas ante situaciones especialmente decisivas desde un punto de vista emocional.​

Esta coraza no es simplemente un correlato de la represión: es su parte esencial. Cada tensión muscular contiene la historia y el significado de su origen, representando una «historia emocional congelada». Las experiencias infantiles, los conflictos, los traumas dejan huellas corporales concretas que se van solidificando, como estratos geológicos, conformando un pedazo de historia viva.​

Los recuerdos traumáticos que no se han procesado permanecen inaccesibles a nuestra parte consciente. Aunque el cerebro los haya reprimido, las emociones y vivencias encuentran en el cuerpo un canal por el cual se expresan a través de tensiones musculares, temblores, dolores inespecíficos, contracturas, sensación de nudo en la garganta o el pecho. El trauma queda almacenado en el cuerpo en forma de memoria somática, activándose ante ciertos disparadores externos aunque no seamos conscientes de ello.​

Cuerpos atravesados por la opresión

La coraza muscular cobra dimensiones particularmente dolorosas cuando se construye no solo desde experiencias individuales, sino desde violencias estructurales. Las personas que han atravesado discriminación, violencia o exclusión por su género, sexualidad o identidad portan en sus cuerpos las marcas de esa opresión.​

La comunidad LGBTIQ+ enfrenta tasas más altas de ataques físicos, sexuales y discriminación sistemática. Estas experiencias traumáticas no solo afectan su salud mental, sino que se inscriben profundamente en el tejido corporal: hipervigilancia constante, tensión en hombros y cuello, dificultad para respirar profundamente, dolor en el pecho, imposibilidad de relajarse. Son cuerpos que han aprendido a contraerse para protegerse, a silenciar su expresividad para sobrevivir.​

La violencia basada en género deja una impronta corporal particular. Muchas mujeres que han sufrido maltrato presentan patrones de movimiento restringidos, posturas que buscan hacerse pequeñas, tensiones que funcionan como barreras defensivas. La expresión corporal queda comprometida, el cuerpo se rebela a través del movimiento limitado, las temáticas corporales revelan conductas de autoprotección y proyección alterada.​

Respirar para liberar, moverse para sanar

La bioenergética ofrece herramientas concretas y accesibles para comenzar a desmantelar esa coraza y recuperar la vitalidad. Estas prácticas funcionan porque activan el flujo energético bloqueado, permitiendo que las emociones retenidas encuentren salida a través del cuerpo consciente.​

Respiración consciente y profunda: La clave está en permitir que la respiración descienda hasta el abdomen, dejando que este se expanda libremente. Muchas personas mantienen el abdomen contraído de forma crónica como mecanismo de control emocional. Practicar respiraciones lentas, profundas y sin pausas entre inhalación y exhalación activa el sistema nervioso parasimpático, que regula la respuesta de relajación. Esta respiración diafragmática ayuda a liberar tensiones acumuladas en el diafragma, una de las zonas donde más se aloja la angustia y el miedo.​​

Enraizamiento (grounding): Este ejercicio fundamental consiste en ponerse de pie con las rodillas ligeramente dobladas, los pies separados al ancho de los hombros, prestando atención al contacto con la tierra. Al respirar profundamente y mantener esta posición, comenzamos a sentir vibraciones en las piernas que indican la reactivación de la energía. El enraizamiento nos permite habitar el cuerpo, conectarnos con nuestras piernas y anclarnos en la realidad presente.​

Movimiento expresivo liberador: Permitir que el cuerpo se mueva libremente, sin estructura ni control racional, facilita la liberación de emociones bloqueadas. Puede ser bailar de forma espontánea, sacudir todo el cuerpo, realizar movimientos de los hombros en círculo, o simplemente dejar que el cuerpo encuentre su propio ritmo. Este movimiento expresivo abre nuevas formas de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, expandiendo, revitalizando y liberando nuestra energía estancada.​​

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El arco bioenergético: Consiste en arquearse suavemente hacia atrás, con las manos en la zona lumbar, manteniendo las rodillas flexionadas y respirando profundamente. Esta postura ayuda a desbloquear tensiones en la espalda, el pecho y el cuello, zonas donde frecuentemente se acumulan emociones reprimidas.​

Estas prácticas funcionan porque abordan directamente la dimensión somática del trauma. Al trabajar con el cuerpo en el presente, Ano solo procesamos memorias pasadas, sino que enseñamos al sistema nervioso nuevas formas de responder, creando patrones de seguridad y apertura donde antes había contracción y defensa.​

El camino hacia la vitalidad plena

La bioenergética no busca eliminar completamente la coraza sino llevarla de rígida a flexible, de estática a móvil. Se trata de recuperar la capacidad de abrirse cuando es seguro hacerlo y cerrarse cuando es necesario, fluyendo naturalmente entre expansión y contracción.​

Este camino de liberación somática es especialmente transformador para quienes han vivido opresión sistemática. Reconectar con el cuerpo, permitirle expresarse, recuperar el placer del movimiento libre y la respiración plena constituye un acto profundo de resistencia y empoderamiento. Es recuperar el derecho a habitar plenamente el propio cuerpo, a sentir sin miedo, a moverse con tranquilidad.​

La bioenergética nos muestra que la sanación no ocurre solo en el diván o en la reflexión mental. Ocurre cuando el cuerpo se suelta, vibra, respira, se mueve. Ocurre cuando liberamos la energía que quedó atrapada en músculos tensos y permitimos que fluya nuevamente, devolviéndonos la vitalidad, la creatividad y la capacidad de sentir placer.​

El cuerpo que cuenta su historia también puede reescribirla. A través de la respiración consciente, el movimiento liberador y el contacto presente con nuestras sensaciones, podemos comenzar a deshacer las capas de protección que ya no necesitamos, descubriendo debajo de ellas tanto la fragilidad como la fuerza de estar vivos.​ Bioenergética: una opción para sanar tu cuerpo.