Angela: el poder de la mente y la fuerza de la resiliencia III
Tres días después de recibir la noticia de que su única alternativa era el transplante, autorizaron la reunión del Staff de médicos especializados del Hospital Pablo Tobón Uribe, donde la estaban tratando. Todo se dio muy rápido.
El día de la cita con el Staff, La Negra llegó al Hospital Pablo Tobón Uribe, acompañada de su hermana. Entraron a la consulta y después de la presentación del caso, vino el análisis y luego la confirmación de lo que el doctor Naranjo ya le había dicho: la única opción que tenía era un trasplante de hígado. Con ese diagnóstico y con información sobre los trasplantes La Negra regreso a su casa para pensar y tomar la decisión definitiva.
Estudió con su familia el folleto con la información sobre el trasplante que le habían entregado en el Hospital. Lo analizaron, lo discutieron, lo pensaron y al final su hermana, su cuñado y su pareja coincidieron en apoyar la decisión que tomara La Negra.
Vinieron días de silencio y reflexión para Ángela. En medio de la pensadera pidió una última señal: ver en el cielo su estrella, esa que desde la muerte de su mamá la acompaña. Se asomó al balcón de su apartamento y allí firme, titilante, luminosa, viva, estaba saludándola. La Negra entendió el mensaje y tomó la decisión de someterse al trasplante de hígado.
La recta final
Regresó al Hospital para notificar su decisión y en esa consulta, uno de los médicos le preguntó por qué debían hacerle el trasplante y ella respondió “porque yo quiero ser un milagro de vida, porque estoy muy joven y merezco una oportunidad”. Entonces le confirmaron que iniciarían el protocolo para su trasplante.
Lo primero que tenía que hacer era someterse a una serie de exámenes médicos y de laboratorio para establecer si era apta para el procedimiento. Y una vez cumplido ese requisito pasaba a integrar la lista de espera. La Negra pasó esta prueba y en ese momento comenzó a buscar apoyo para que la orientara y acompañara en el proceso que venía.
Al mismo tiempo, La Negra empezó su proceso de reconciliación mental y emocional con su cuerpo, porque comenzaba una etapa compleja que venía acompañada por el crecimiento incontrolable de su hígado, los dolores cada vez más fuertes, la ansiedad de la espera, las emociones encontradas. Ángela tuvo momentos muy difíciles en los que pensaba que la vida se le escapaba: su cuerpo estaba disminuido por el tamaño al que había llegado su hígado, casi no comía, le costaba trabajo respirar, se cansaba cada vez más. El tiempo se le hacía eterno y en muchos momentos pensó que no le alcanzarían las fuerzas. Hoy recordándolo todavía se derrumba.
Ella le escribía al “Capitán”, nombre que le asignó a su hígado, le cantaba, lo consentía y siempre buscaba la mejor manera para aguantar los dolores que tuvo que soportar hasta el día del trasplante. Solo Milo, un perrito que Richi le regaló en su cumpleaños, fue testigo de esos dolores y de todo el proceso. Él fue su mejor compañía, incluso se adaptó a su lentitud para caminar y al cambio de sus estados de ánimo.
Cada mes, tenía que actualizar los exámenes de laboratorio. Así pasaron cuatro meses y durante este tiempo recibió dos falsas alarmas, es decir que la llamaron dos veces a decirle que había un hígado disponible. Pero, en esas dos oportunidades priorizaron a un niño y a una mujer que tenían mayor urgencia. Aun así, La Negra sacaba fuerzas y seguía luchando por su vida a pesar de que, ya para noviembre, su estado de salud se había deteriorado muchísimo.
Y llegó diciembre con su alegría, mes de parranda y animación
Ricardo, le anunció que llegaría con sus padres a pasar la Navidad en familia. La Negra tuvo sentimientos encontrados. Por un lado, celebraba que vinieran sus suegros, pero por el otro, se sentía muy debilitada y ella siempre se había distinguido por tener una energía inagotable. Además, su cuerpo no estaba respondiendo igual. Su corazón y sus pulmones ya estaban comprometidos porque su hígado había crecido tanto que, además de parecer embarazada, sus órganos vitales estaban aprisionados y empezaban a funcionar deficientemente. Esta situación también deterioraba su estado de ánimo. Tuvo muchos momentos de insomnio, largas horas en blanco, leyendo sin entender…
Richi y su familia llegaron a Medellín a mitad de diciembre y el 23, fueron a visitar una virgencita que hay cerca del lugar donde vive la Negra. Ella, con una fe inquebrantable y una veladora en su mano se acercó al altar y dijo: “Virgencita, dame por favor el trasplante de regalo de Navidad, siento que se me está yendo la vida. Te lo pido desde lo más profundo de mi alma, de mi corazón. Es el momento perfecto. Está mi familia, esta Richi, están los papás de él. Es el momento. Yo estoy lista.” La Negra deseaba comenzar el 2020, renovada, sana y sentía que, en las condiciones en las que estaba si llegaba a enero sin el trasplante, no sobreviviría.
Ese mismo día, a las 9.20 de la noche, sonó el celular de Ángela: “Angelita soy el doctor Juan Ignacio, ¿cómo estás?”. “Muy bien gracias a Dios”, respondió con el corazón en la mano. “Angelita, ¿dónde vives?” y ella respondió “En Sabaneta”. “Arréglate porque nos vemos en el hospital en el cuarto piso, que salió trasplante para ti. Apresúrate”. En un segundo, le pasaron muchas cosas por la cabeza. Recorrió el apartamento, llamó a Lita, buscó la pinta que había comprado para irse como una princesa, en fin, se armó el despelote…
Minutos después volvió a sonar el teléfono. El doctor Juan Ignacio nuevamente. Tan pronto contestó, La Negra le dijo que ya estaba saliendo. Él le dijo: “hay algo que debes saber. Tenemos un paciente en el quirófano. Le hicimos unos exámenes y en media hora sabremos si continuamos el procedimiento con él o no.”. Ella, con su fe inquebrantable respondió: “No doctor, esta vez es la mía. Ya voy para allá” y colgó.
Sus suegros le dieron la bendición y salió para el hospital. En el recorrido entre su habitación y la puerta de salida, se despidió de cada espacio, de cada una de sus maticas. Por último, Milo, su “pegote”. Él como si supiera lo que iba a pasar la miró diferente, no se le despegaba, le tocaba todo el tiempo el estómago, como consintiéndola, La Negra lo abrazó y le prometió que regresaría. “Me dio muy duro despedirme de él”
Sentimientos encontrados, miedo, alegría, emociones, risas, lágrimas, llamadas, mensajes, todo llegaba al mismo tiempo. Rápidamente llegaron al Hospital Pablo Tobón Uribe, pionero en trasplantes y como su eslogan lo dice: “el hospital con alma”. El doctor que la estaba esperando en la entrada principal, la tomó del brazo, le pidió la cédula y le dio instrucciones a Richi de que fuera a registrarla mientras subían al quirófano.
Su hermana había entrado por Urgencias y no alcanzaron a verse. Y una de sus mejores amigas la alcanzó a ver y gritó “Ángela” y ella miró al doctor y le dijo: “tengo que despedirme”. Corriendo se devolvió, abrazó a Mafe, a la mamá de Mafe quien al bendecirla y le dijo que todo saldría bien y en un abrazo de tres, se despidieron en medio de un llanto incontrolable resultado de todas las emociones que sentían en ese momento. Cuando se calmó, el médico la volvió a coger del brazo y se la llevó.
Cuando llegaron al cuarto piso, se encontró con una señora desconocida, envuelta en una luz brillante que Ángela vio como si fuera su mamá y se detuvo para tomar aire y sentir que ella también estaba ahí para cuidarla. Entró por una puerta y en ese momento varias enfermeras, en un instante, la desvistieron, le tomaron varias muestras de sangre, la organizaron. En ese momento ella solo tenía cabeza para preguntar por Lita y Richi, pero nadie le respondía nada.
Luego le entregaron un jabón y una toalla y le dieron la instrucción de que se bañara. No hubo tiempo siquiera para explicarle el procedimiento. Cuando estuvo lista le permitieron despedirse de su hermana y de Richi. Los dos la animaron, y en un fuerte abrazo la llenaron de amor y fortaleza.
Entando al quirófano mientras en el ambiente se escuchaba una canción de Jessie Uribe, el doctor Juan Ignacio dijo “llegamos a la fiesta y trajimos a la invitada especial”. La tomó de las manos, hicieron una oración. Ángela cerró sus ojos y dijo “Dios mío que sea tu voluntad. Tú ya sabes cuál es mi deseo: ser un milagro, salir de esta. Pero que sea tu voluntad”. Luego, miró a las personas que estaban con ella y les agradeció. La última cara que vio antes de entrar al quirófano fue la de su hermana y esa fue la última motivación que tuvo La Negra para darla toda.
Mientras le ponían la anestesia y los aparatos de monitoreo, el cirujano la invitó a cantar la canción que se escuchaba en el fondo. “Hoy por fin he decidido/ Terminar lo nuestro aquí/Les hace daño a nuestras vidas/Esta relación prohibida…”
Mientras tanto Lita y Richi, esperaban afuera. Sus sentimientos y emociones también afloraban de una manera o de otra. Y no era para menos. Era una operación bastante compleja y delicada y La Negra podía salir victoriosa o no resistir. En fin, fue una noche demasiado larga para ellos. La operación comenzó a las 10 de la noche y terminó a las 5.30 a. m., aproximadamente. Al amanecer del 24 de diciembre recibieron la noticia de que todo había salido muy bien.
La mente es poderosa
Cuando abrió sus ojos alcanzó a ver que su brazo derecho tenía una férula y pensó que se lo había quebrado porque no recordaba nada. Al momento volvió a quedar dormida y al rato nuevamente despertó. La imagen del brazo seguía siendo la misma y ella trataba inútilmente de recordar. Volvió a dormir otro rato. En otro de sus intentos por despertar se encontró con unos hermosos ojos que le dieron seguridad y le expresaban que todo estaba muy bien. Y así, poco a poco, empezó a ver caras que la llenaban de alegría porque eran como una señal de que seguía con ellos en vida
Hay muchas cosas que se escapan de su memoria. Recuerda que estaba intubada y que sentía mucha sed. A pesar de eso el despertar de su cirugía fue maravilloso: la presencia y el amor de Richi, Lita y su tía que llegó para acompañarla y compartirle algunas meditaciones especiales y frases para su recuperación; y el acompañamiento del Staff de especialistas del hospital…
Cuando se redujo un poco más el efecto de la anestesia, La Negra abrió sus ojos y trató de moverse, pero le dolió todo su cuerpo. Entonces supo que le habían hecho el trasplante y le agradeció a Dios.
A partir del momento en que despertó, La Negra empezó a trabajar su mente, con pensamientos de amor y agradecimiento al universo, a Dios, a la vida. “Estoy muy bien, nada me duele, soy nueva, gracias te doy señor, siento tranquilidad, estoy bien, respiro profundo”, se repetía mentalmente, mientras ponía sus manos sobre su abdomen transmitiéndole al “capitán” esas palabras.
La de 2019, ha sido la mejor Navidad de su vida, no solo porque recibió el regalo más grande y esperado sino también porque, después de que le quitaron ventiladores, tubos, monitores, etc., recibió otros regalos del Niño Dios que prepararon sus familiares y amigos, entre ellos había mensajes, audios, cartas y obsequios.
Poco a poco se fue recuperando. Cada día se proponía un reto nuevo que le ayudara a su recuperación. El 31 de diciembre le dieron de alta y pasó el Año Nuevo en casa de su hermana, con su familia.
Hoy, casi tres años después del transplante, Ángela lleva una vida normal con algunos cambios en su alimentación. Retomó sus rutinas deportivas, incluso volvió a las piscinas a competir en polo acuático. También asumió con amor los cambios de su cuerpo: “mi cicatriz, Navidad, es la mejor medalla de oro que he logrado, ésta no me la van a dar en ninguna parte, la llevaré conmigo hasta el fin de mis días y doy gracias a Dios y a mi ángel donante, porque me dieron lo que pedí: una segunda oportunidad y ser un milagro de vida”.
Y colorín colorado… Así termina esta historia, la historia de una mujer resiliente con una mente poderosa y una fe inquebrantable que logró superarse a si misma y a los pronósticos médicos y hoy vive para demostrar que todo lo que tu mente cree, lo crea. “Negris, eres mi # 1, te amo”.