¡Qué engaño!

Fui a comprar unos artículos que necesitaba y aproveché para pasar por un outlet de ropa. Me entusiasmé con los precios que vi en los exhibidores, pero a la hora de pagar… ¡Qué engaño! Aquí te cuento la historia.

Salí de mi casa a eso de las 10:00 a. m., tomé el metro y me quedé en la estación San Antonio, la más cercana al lugar hacia donde me dirigía. Compré lo que tenía que comprar y me fui a “lolear”.

Caminando por Carabobo recordé que frente al Palacio Nacional hay varios outlets de marcas de ropa que uso regularmente. En estos lugares encuentras productos muy buenos, a muy buenos precios.

Recordé también que tenía un bono regalo y pensé que podía aprovecharlo en el outlet. Estos almacenes se caracterizan por tener los exhibidores de las promociones, en el centro. La mercancía que no tiene descuento usualmente se encuentra en las estanterías de la pared.

Además de esta ubicación, las góndolas de las rebajas están debidamente marcadas con carteles llamativos donde claramente se ve el precio de lo que puedes encontrar allí.

Entré al local y empecé a buscar blusas y pantalones. En los exhibidores circulares, del centro, alcance a ver $59.990 y $69.990. De inmediato me fui a buscar allí lo que necesitaba. Efectivamente encontré varios pantalones que me gustaron, los metí en la canasta y me fui para los probadores.

Después de medirme todo, dejé dos pantalones. Con ese precio que había visto, valía la pena llevárselos. En la estantería del frente, contra la pared, vi una blusa que también me gustó, miré el precio que estaba un poco alto, pero no me importó la tomé y la metí en la canasta porque estaba decidida a llevarla.

Yo calculé que en eso me gastaría unos $250.000. Pero oh sorpresa cuando la joven que registró mi compra me dijo que eran más de $500.000. Abriéndole los ojos, le pregunté ¿por qué, si eso está en promoción? Me respondió con otra pregunta ¿de dónde lo tomó?

Le expliqué de dónde y le di los valores que aparecían en los carteles. A lo que me respondió en esos carteles dice: Desde $59.990 y desde $69.990.  Yo no lo podía creer.  No sabía si reír o llorar. Si bien ahí está escrita la palabra “Desde”, realmente el ojo no la registra, es demasiado pequeña.

Cuando yo vi el cartel, mi cabeza solo registro el numero. Nunca imaginé que en ese mismo exhibidor encontraría prendas tres veces más costosas.

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La estrategia de engañar al cliente para que compre más

Los colores y el tamaño de la letra juega un papel fundamental a la hora de mejorar las ventas. En este caso, aunque ahí está escrita, la palabra “Desde” mi ojo no la registró. Mientras que $59.990, obviamente quedó como una impronta en mi cabeza.

Imagínate la escena: tu emocionada, tomas el pantalón que es divino y está muy barato, te lo mides, te queda súper bien, feliz te lo llevas. Pero cuando te dicen que cuesta tres veces el valor que tienes registrado en tu cabeza, como Condorito ¡Plop!

En ese momento pueden pasar varias cosas: 1. Como te gustó tanto, te lo llevas y descuadras tu presupuesto. Ocurre con frecuencia y a eso le apuestan las estrategias de mercadeo. 2. Te da pena parar la compra y pagas, aunque sientas la angustia de estar gastando mas de lo que podías. 3. Recalculas y llevas lo que te alcanza con el bono y ajustas lo que te haga falta. Adivina cuál fue mi decisión.

En este punto quiero ser clara: la razón de mi disgusto no es el precio. Es el engaño.  Yo no vi la alerta (Desde) vi el número. Y digamos que acepto mi error y acepto que en ese exhibidor se pueden encontrar prendas un poco más costosas.  Pero que el precio de esa prenda que escogiste sea casi tres veces más alto de lo que dice el cartel, es un abuso.

Estaba ilusionada con los pantalones porque me gustaron mucho y sentí una gran frustración tener que dejarlos porque me pareció injusto comprarlos, porque me sentí engañada.

Las personas que me atendieron fueron muy amables y me orientaron para poner la queja, que por supuesto presenté.  Por primera vez en mi vida, utilizo el recurso de las PQRSFD porque me sentí engañada y necesitaba manifestárselo a la empresa, así no pase nada.

Lo más curioso de esta historia es que en la noche, cuando mi hijo llegó a casa, traía en la mano una bolsa de esta misma marca de ropa.  Me dijo que había estado en el outlet de la 65, comprando un pantalón y unas camisetas.

Cuando le conté mi historia, se rió y me dijo: “me pasó exactamente lo mismo que a ti, solo que yo si vi el precio de la etiqueta antes de llegar a la caja” y dejó varias prendas que había escogido.

Me gustaría que esta historia trascendiera y la Superintendencia de Industria y Comercio interviniera para que los grandes almacenes y las marcas, utilicen tácticas de mercadeo empáticas con los clientes.

Es cierto que la estrategia de la que fue víctima está permitida pero la Superintendencia debería exigir unos topes, especialmente si es un outlet, donde se supone que allí todo es más económico.