Aunque nuestro futuro está en la cuerda floja, la naturaleza tiene una increíble capacidad de recuperación, pero necesita nuestra ayuda ya.

Nuestro futuro está en la cuerda floja

El planeta está enviando señales de alerta que no podemos ignorar. Según el *Informe Planeta Vivo 2024*, estamos acercándonos peligrosamente a los llamados “puntos de inflexión”. Podríamos decir que nuestro futuro está en la cuerda floja.

Vivimos momentos críticos en los que los impactos acumulativos del cambio climático y la degradación ambiental podrían desencadenar cambios abruptos e irreversibles, alterando para siempre los sistemas que sostienen la vida en la Tierra.

Corales y selva amazónica en riesgo

Un ejemplo claro es la situación de los arrecifes de coral. Estos ecosistemas, que no solo embellecen nuestros océanos, sino que también son esenciales para la vida, están muriendo rápidamente. La muerte masiva de los corales destruiría la pesca y la protección contra tormentas de las que dependen cientos de millones de personas que viven en las costas.

La Gran Barrera de Coral, uno de los tesoros más preciados de la humanidad, ha sufrido masivos blanqueamientos (una respuesta de estrés en la que los corales expulsan las algas de colores que viven en sus tejidos, dejando al descubierto el esqueleto blanco de carbonato cálcico que hay debajo) en 1998, 2002, 2016, 2017, 2020, 2022 y, más recientemente, en 2024.

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Incluso si logramos limitar el calentamiento global a 1.5 °C, podríamos perder entre el 70% y el 90% de los arrecifes de coral del mundo, lo que tendría consecuencias devastadoras para las comunidades que dependen de ellos.

Considerada uno de los pulmones de la Tierra, la selva amazónica está en riesgo y su deforestación no solo amenaza a la biodiversidad que alberga, sino que también podría alterar el clima global. Si destruimos entre el 20% y el 25% de la Amazonia, corremos el riesgo de desencadenar un colapso ecológico que liberaría toneladas de carbono a la atmósfera.

Hoy, ya hemos perdido entre el 14% y el 17% de la selva, lo que significa que estamos peligrosamente cerca de este punto de no retorno y nuestro futuro está en la cuerda floja.

Los océanos y los glaciales también están en juego

El colapso del giro subpolar, una corriente oceánica al sur de Groenlandia podría cambiar drásticamente los patrones meteorológicos en Europa y América del Norte, afectando las estaciones y la agricultura.

Además, el deshielo de Groenlandia y la Antártida Occidental podría elevar el nivel del mar en varios metros, mientras que el descongelamiento del permafrost liberaría enormes cantidades de dióxido de carbono y metano, acelerando aún más el cambio climático.

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Pero estos puntos de inflexión no solo ocurren a escala global. Ya estamos viendo efectos locales y regionales que nos advierten sobre lo que podría suceder a mayor escala. En el oeste de Norteamérica, el cambio climático ha generado el incremento de plagas como la del escarabajo de la corteza del pino, junto con incendios forestales más frecuentes y violentos. Esto está llevando a los pinares a un punto en el que podrían desaparecer, siendo reemplazados por matorrales y pastizales.

Todavía hay esperanza

A pesar de lo sombrío que pueda parecer este panorama, no todo está perdido. El equilibrio es frágil, pero todavía podemos evitar lo peor. Si actuamos ahora, si nos comprometemos a cambiar, podemos aumentar la resiliencia de los ecosistemas y reducir los efectos devastadores del cambio climático.

La naturaleza tiene una increíble capacidad de recuperación, pero necesita nuestra ayuda para no caer en el abismo. El futuro está en nuestras manos, y lo que hagamos hoy determinará si los puntos de inflexión se convierten en la realidad de mañana.