Los latidos de la tierra en nuestro viaje interior

Por estos días en que los temblores han sido noticia en varias partes del mundo he estado pensando en lo mucho que nos parecemos la nuestro planeta y los seres vivos que lo habitamos y cómo conectamos los latidos de la tierra en nuestro viaje interior.

La Tierra, nuestro hogar, está en constante movimiento: gira sobre su eje (rotación), alrededor del sol (traslación) y experimenta fenómenos como terremotos, tsunamis y temblores que afectan profundamente nuestra existencia.  Fíjate que este movimiento continuo, a menudo imperceptible, no solo moldea el paisaje geográfico del planeta, sino también nuestra existencia, nuestro cuerpo y nuestra mente.

¿Qué relación existe entre estos movimientos terrestres y los procesos internos de los seres humanos? ¿Cómo nos afecta el dinamismo del planeta en nuestra vida diaria y en nuestro ser más profundo?

Los latidos de la Tierra

La rotación de la Tierra es la responsable de la sucesión del día y la noche, y la traslación, genera las estaciones. Estos ciclos naturales influyen en los ritmos biológicos de todos los seres vivos, incluidos los humanos.

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Investigaciones en cronobiología, como las del Dr. Michael Smolensky, indican que nuestros ritmos circadianos —los ciclos físicos, mentales y conductuales— están sincronizados con estos movimientos, regulando aspectos esenciales como el sueño, la temperatura corporal y la producción hormonal.

Sin embargo, más allá de estos ciclos predecibles, la Tierra también experimenta movimientos repentinos y muchas veces devastadores, como los terremotos y los tsunamis. Estos fenómenos no solo transforman físicamente el planeta, sino que también tienen un impacto profundo en la vida humana.

El sociólogo Kai Erikson en su obra Everything in Its Path analiza el impacto emocional y social de desastres naturales y cómo estos eventos pueden romper el tejido social, afectando la salud mental de las comunidades. Muchas veces los latidos de la tierra en nuestro viaje interior se manifiestan de manera inexplicable pero que tienen su razón de ser.

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Nuestro viaje interior

Así como la Tierra se mueve y cambia constantemente, los seres humanos también estamos en un flujo continuo, tanto a nivel físico como emocional. Al igual que los temblores y terremotos, experimentamos sacudidas internas que alteran nuestro equilibrio: emociones intensas, crisis existenciales y cambios repentinos.

El sicólogo Carl Jung argumentaba que los seres humanos atravesamos «terremotos internos», transformaciones profundas que nos llevan a redefinirnos a nosotros mismos. Para Jung, estos movimientos internos son esenciales para el crecimiento personal, tal como los movimientos de la Tierra son vitales para la evolución del planeta.

De hecho, los terremotos y otros fenómenos naturales pueden verse como metáforas de los movimientos internos de los seres humanos. Las emociones fuertes, como la tristeza profunda o la ira, pueden desestabilizarnos momentáneamente, tal como un temblor desestabiliza el suelo.

Sin embargo, también son oportunidades para reconstruirnos, para reevaluar nuestras prioridades y nuestras relaciones con los demás. El psicólogo James Hillman, en su obra The Soul’s Code, habla de estos movimientos internos como un proceso de «despertar del alma», en el que las crisis son catalizadores de cambio y evolución personal.

La vida misma en constante cambio

Los movimientos de la Tierra y los cambios internos de los seres humanos no son están separados. El filósofo Pierre Teilhard de Chardin, dice que todo en el universo está interconectado, y los seres humanos no somos ajenos al dinamismo de la Tierra.

Para De Chardin el movimiento del planeta y el movimiento del espíritu humano están vinculados en una danza cósmica que impulsa la evolución no solo física, sino también espiritual de la humanidad.

A medida que la Tierra cambia, también lo hacemos nosotros. Los ciclos de vida, muerte y renovación que observamos en la naturaleza son reflejos de nuestros propios ciclos internos. La filósofa ecofeminista Vandana Shiva sugiere que, así como la Tierra tiene la capacidad de regenerarse tras desastres naturales, los seres humanos también tienen la capacidad de sanar y reconstruirse después de atravesar crisis emocionales o espirituales.

Epílogo

Tal como la Tierra nunca se detiene, nosotros, como seres humanos, tampoco podemos evitar el movimiento, el cambio. Aprender a abrazar los latidos de la tierra en nuestro viaje interior,  puede ser clave para una vida más plena y resiliente.