Laguna de Guatavita: el corazón de la leyenda del Dorado
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La Laguna de Guatavita, escondida entre montañas a 57 kilómetros de Bogotá, es uno de esos rincones que cautivan por su belleza natural y despiertan los sentidos. Su nombre suena a mito. Allí, en ese círculo perfecto de aguas verdes y frías, nació un relato que fascinó a conquistadores, aventureros y soñadores durante siglos. La Laguna de Guatavita: el corazón de la leyenda del Dorado.
El origen de la leyenda
En la cima de la montaña, bajo el sol del altiplano cundiboyacense, un cacique muisca cubierto de polvo dorado se prepara para cumplir con un ritual sagrado. Sus hombres lo acompañan en canoas cargadas de ofrendas. Cuando la música de tambores y flautas retumba, el líder se adentra en la laguna, dejando que el oro resplandezca y se funda con el agua. Después, joyas, esmeraldas y vasijas de cerámica son arrojadas al fondo de la laguna como regalo a los dioses.
Este era un ritual de conexión espiritual con la naturaleza y el universo. Sin embargo, para los conquistadores españoles que escucharon la historia, se convirtió en una promesa irresistible: el camino hacia un reino cubierto de oro. Así nació la leyenda del Dorado y la obsesión que motivó expediciones enteras, aunque el “tesoro” nunca fue encontrado.
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La laguna sagrada de los muiscas
Para los muiscas, el agua era un elemento sagrado, fuente de vida y equilibrio. La Laguna de Guatavita no era un simple cuerpo de agua, sino una puerta a lo divino. Cada ofrenda lanzada al fondo representaba gratitud, respeto y armonía con la naturaleza.
A lo largo de la historia, la laguna fue objeto de intentos de saqueo. En el siglo XVI, los españoles intentaron vaciarla con cubos y palas, y siglos después se hicieron excavaciones con canales improvisados. ¿El resultado? Apenas se recuperaron unos cuantos objetos de oro, pero el verdadero tesoro —el simbolismo ancestral— quedó intacto. La verdad es que ninguna cantidad de oro podía igualar el poder espiritual que los muiscas habían depositado allí.
Un tesoro natural y turístico en Colombia
Hoy, la Laguna de Guatavita es uno de los destinos más fascinantes para quienes buscan turismo cultural y de naturaleza en Colombia. Llegar hasta allí es una experiencia en sí misma: el camino serpentea entre montañas cubiertas de niebla, frailejones y un páramo que parece sacado de un cuento.
El ingreso al parque está regulado para proteger el ecosistema, y los visitantes realizan un recorrido guiado que combina historia, arqueología y naturaleza. Desde lo alto del sendero, la laguna se revela como un espejo perfecto, rodeado de verdes intensos y un silencio que invita a detenerse. No es difícil entender por qué los muiscas eligieron este lugar como escenario de sus rituales: aún hoy, se siente una energía que va más allá de lo visible.
Además, la laguna se ha convertido un lugar obligado para quienes buscan conectar con las raíces culturales del país. Muchos visitantes no llegan solo por la leyenda del Dorado, sino también por la posibilidad de reflexionar sobre la relación entre los pueblos originarios y la naturaleza, una lección urgente en tiempos de crisis ambiental.
Un mito que nunca muere
Lo curioso de la Laguna de Guatavita es que, aunque los siglos han pasado, su misterio sigue intacto. El oro nunca apareció en las cantidades soñadas por los conquistadores, pero quizá ahí está la mayor enseñanza: el verdadero tesoro no está en las riquezas materiales, sino en la memoria cultural, la espiritualidad y el paisaje que aún hoy inspira respeto.
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La Laguna de Guatavita: el corazón de la leyenda del Dorado nos recuerda que los mitos, cuando se transmiten de generación en generación, se convierten en patrimonio vivo.