La voz inmortal del bullerengue
Quienes me conocen saben que por mis venas corre sangre caribeña y por eso la música y la gastronomía de esta región, son mi debilidad. Hoy dedicaré este espacio a la música y en particular, a la voz inmortal del bullerengue: “la Niña Emilia”.
Juana Emilia Herrera García, nació el 15 de septiembre de 1932, en el corazón del Caribe colombiano, en el pequeño corregimiento de Evitar del municipio de Mahates, en Bolívar. En aquella época, el destino de las mujeres solo tenía dos caminos: casarse e irse de monja. Pero sin saberlo, Emilia estaba destinada a convertirse en un ícono de la cultura afrocolombiana.
Desde temprana edad, Emilia estuvo inmersa en un ambiente musical. Su madre, Juana García, era una reconocida cantaora de bullerengue en las festividades y velorios de su comunidad. Esta influencia materna fue fundamental para que Emilia desarrollara una pasión innata por la música. Sin embargo, en su juventud, Emilia se inclinó por géneros como las rancheras y los boleros, alejándose momentáneamente del bullerengue que tanto caracterizaba a su tierra.
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Convirtió el bullerengue en su bandera
No fue sino hasta la década de 1980, ya entrada en años, que Emilia Herrera emergió en la escena musical de manera contundente. Su talento y carisma la llevaron a grabar su primer disco en 1984, titulado «Gozando con la Niña Emilia», que incluyó éxitos como «El Coroncoro» y «El Pájaro Picón». Estas canciones, cargadas de picardía y doble sentido, reflejaban la esencia del bullerengue y la idiosincrasia de su pueblo.
El bullerengue, género musical y danza tradicional de la región Caribe, encuentra en la voz inmortal del bullerengueuna de sus más fervientes exponentes. Este ritmo, nacido de la mezcla de culturas africanas e indígenas, es una manifestación de resistencia y celebración. Emilia, con su voz potente y su habilidad para improvisar versos, llevó el bullerengue a escenarios nacionales e internacionales, convirtiéndose en embajadora de esta tradición ancestral.
La vida de la Niña Emilia estuvo marcada por desafíos que supo convertir en oportunidades. Uno de los episodios más significativos fue la disputa por la autoría de la canción «El Pájaro Picón» con su colega Irene Martínez. Este conflicto llegó a instancias legales, donde Emilia, con su característico desparpajo, defendió su creación explicando el doble sentido de la letra, logrando que se le reconociera como la legítima autora.
A pesar de alcanzar la fama en una etapa tardía de su vida, Emilia nunca perdió su esencia. Su autenticidad y orgullo por sus raíces la hicieron destacar en un mundo dominado por estereotipos y prejuicios. Su figura rompió esquemas, demostrando que el talento y la pasión no tienen edad ni género.
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Ritmo, picardía y resistencia
La Niña Emilia no solo fue una artista excepcional, sino también una narradora de las vivencias de su pueblo. Sus canciones cuentan historias de amor, desamor, alegrías y penas, siempre con un toque de humor y picardía. A través de su música, logró inmortalizar las costumbres y tradiciones de la costa Caribe, convirtiéndose en un referente cultural para las nuevas generaciones.
Su legado trasciende la música. Emilia Herrera es símbolo de resistencia, autenticidad y amor por la cultura. Su vida nos enseña la importancia de mantener vivas nuestras raíces y de luchar por nuestros sueños sin importar las circunstancias.
Hoy, a más de tres décadas de su partida, sigue siendo la voz inmortal del bullerengue y una fuente de inspiración para los amantes del folclor.
En 2017, el canal regional Telecaribe estrenó la serie «Déjala morir», basada en la vida de la Niña Emilia, resaltando su legado y la importancia de su contribución a la cultura caribeña.
La historia de la Niña Emilia es una pequeña muestra de la riqueza cultural de Colombia y de cómo una persona, con pasión y dedicación, puede preservar y promover las tradiciones de su tierra, dejando una marca indeleble en la historia.