La laguna de Chicabal: agua de espíritu dulce

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En lo más profundo de la Sierra Madre de Guatemala, en el departamento de Quetzaltenango, un antiguo volcán inactivo guarda un tesoro natural y cultural. Se trata de la laguna de Chicabal: agua de espíritu dulce, un espejo esmeralda que fascina tanto por su belleza como por su significado espiritual.

Para el pueblo maya Mam, Chicabal no es solo un lago, sino un santuario. Su nombre, que en su cosmovisión significa “Lugar de truenos” o “Agua de espíritu dulce”, refleja su esencia dual: una fuerza imponente de la naturaleza y un espacio de profunda conexión espiritual.

Un paisaje envuelto en misticismo

La laguna descansa a 2,900 metros sobre el nivel del mar, rodeada por un bosque nuboso que la envuelve en una bruma casi perpetua. Esta niebla no solo es un fenómeno climático, sino también un elemento simbólico que intensifica su atmósfera mística.

A menudo, la densidad de la neblina borra la línea entre cielo y tierra, creando un entorno donde los visitantes deben dejarse guiar por los sentidos: el murmullo de las oraciones, el canto del quetzal o el crujir de las hojas bajo los pies. Todo en Chicabal invita a la introspección y al respeto.

El alma de la laguna

Cuarenta días después de la Semana Santa, el pueblo Mam peregrina hasta la laguna en una ceremonia conocida como la Rogativa. Allí, hombres y mujeres agradecen por las cosechas pasadas y piden lluvias abundantes para el futuro.

Las ofrendas incluyen incienso y velas multicolores que iluminan el ambiente con un aire solemne. Sin embargo, lo que permanece inmutable es el espíritu de paz y la convicción de que la naturaleza es el “hermano mayor” que debe ser cuidado.

El guía espiritual Eleodoro Cortés resume este sentir: “Venimos a dar gracias por lo que somos, por los años que hemos vivido y por lo que nos queda por vivir”. En esta cosmovisión, el agua no es un recurso: es vida misma, el motor que sostiene la existencia.

Chicabal, un altar de la naturaleza

La elección de este lugar como epicentro ceremonial no es casual. Según la tradición maya, los sitios alejados de las poblaciones están más cercanos a lo divino. Por ello, Chicabal, con su ubicación en el cráter de un volcán, se considera un puente hacia lo sagrado.

En sus orillas se distribuyen 40 altares, cuyo número corresponde a los 20 días del calendario maya. Allí, los sacerdotes realizan ritos que entrelazan tiempo y espiritualidad. La coexistencia de cruces católicas en algunos altares revela un sincretismo religioso que no destruye, sino que fortalece la tradición ancestral, mostrando la resiliencia cultural del pueblo Mam.

Santuario de vida silvestre

Más allá de su valor espiritual, la laguna es también refugio de especies únicas y amenazadas como el quetzal, el pavo de cacho y el chipe rosado. Los anfibios, en especial los sapos de montaña, desempeñan un papel simbólico crucial: su espuma es señal de vida y fertilidad, un recordatorio de que el espíritu de la laguna sigue vivo.

La comunidad Mam entiende que proteger este ecosistema no es solo un acto ambiental, sino un deber espiritual. Cuidar a un ave o un anfibio es, en su visión, honrar el papel del ser humano como “hermano menor” de la naturaleza.

La leyenda como norma de conservación

Una de las reglas más estrictas en Chicabal es la prohibición de nadar en sus aguas. Esta norma nace de una leyenda que funciona como código ancestral de conservación.

Según la historia, la laguna habitaba originalmente en la ladera del volcán, pero se cansó de los abusos de la gente que lavaba y se bañaba en sus aguas. En un amanecer, desapareció, causando una gran sequía. Solo después de súplicas y oraciones de los ancianos, accedió a regresar, pero escondida en el cráter, bajo la condición de que nadie volviera a profanarla.

Hoy, la leyenda, reforzada por relatos de desobedientes que sufrieron consecuencias, fortalece la disciplina comunitaria y protege la pureza del lugar.

Turismo y conservación: un delicado equilibrio

La belleza de Chicabal atrae a cientos de turistas, lo que representa tanto una oportunidad como un desafío. Desde 1999, la Asociación de Agricultores Ecológicos (ASAECO) gestiona el sitio, promoviendo un turismo responsable que financia la conservación del bosque y genera empleo local.

Sin embargo, no todo es sencillo. Algunos visitantes rompen las normas: ponen música a alto volumen o intentan nadar. Como respuesta, la comunidad cierra el acceso durante los primeros días de mayo, permitiendo que las ceremonias transcurran sin interrupciones. Además, los guías recuerdan a los turistas que deben “pedir permiso al creador de la tierra” antes de iniciar la caminata.

Esta gestión comunitaria es un ejemplo de cómo se puede armonizar identidad cultural, espiritualidad y desarrollo económico.

Amenazas actuales y el desafío del cambio climático

El ecosistema de la laguna enfrenta amenazas serias:

  • La introducción de especies invasoras como la carpa.
  • La eutrofización acelerada que deteriora la calidad del agua.
  • La tala ilegal y la caza.
  • El impacto del cambio climático, que ha reducido las lluvias, como ocurrió en la Rogativa de 2023.

Para el pueblo Mam, estas amenazas no son solo problemas ambientales, sino advertencias espirituales. La falta de lluvia, por ejemplo, no es únicamente un fenómeno climático: es señal de que el equilibrio entre los humanos y la naturaleza se está quebrando.

En respuesta, la comunidad, junto con el CONAP (Consejo Nacional de Áreas Protegidas), ha implementado medidas de conservación como zonas de protección y estanques artificiales para preservar a los anfibios nativos.

Aun así, persiste un reto silencioso: la desconexión generacional. Muchos jóvenes Mam conocen poco sobre la cultura de sus abuelos, lo que amenaza la continuidad de esta herencia espiritual.

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Un espejo de identidad

La laguna de Chicabal es mucho más que un lago: es memoria, espiritualidad y biodiversidad entrelazadas en un solo lugar. Su agua es sagrada, sus montañas son altares, y su niebla es el velo que conecta el mundo terrenal con lo divino.

Defender este espacio es, en última instancia, defender la identidad cultural del pueblo Mam frente a los embates de la modernidad. Chicabal sigue siendo un recordatorio de que la naturaleza no solo se habita: se respeta, se honra y se agradece.

La laguna de Chicabal: agua de espíritu dulce, alma viva de un pueblo que resiste.