La lactancia: un acto de amorosa conexión

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Por estos días el mundo celebra la Semana de la Lactancia. Una oportunidad para exaltar ese acto tan íntimo y poderoso: alimentar a un hijo con el propio cuerpo. A veces, nos enfocamos tanto en los datos y las recomendaciones que olvidamos la magia que hay detrás. La lactancia: un acto de amorosa conexión.
Alimentar es una conversación sin palabras, un diálogo que se teje piel con piel, al compás del latido de dos corazones que ya se conocían desde antes.
Fíjate que cuando una madre sostiene a su bebé, es la primera lección de confianza que le damos al mundo. Ese momento, es un ritual que nos conecta con nuestro linaje femenino, con las madres de nuestra familia que vinieron antes que nosotras. Es un lazo que une, invisible pero inquebrantable, una forma de decir “aquí estoy, estoy contigo, siempre”.
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Lazos que se fortalecen
A través de la lactancia se establecen puentes emocionales entre madre e hijo. A través de ese intercambio, la mamá segrega oxitocina, la llamada «hormona del amor», que no solo ayuda a la producción de la leche, sino que también refuerza ese sentimiento de conexión y apego.
Para el bebé, es la certeza de que su necesidad será atendida. Cada vez que encuentra el calor y el alimento, fortalece su confianza en el mundo. No hace falta nada mas para que la vida se sienta segura.
A veces, la presión social puede ser abrumadora. Las cifras de estudios, como el de la OMS, nos recuerdan que las tasas de lactancia exclusiva en los primeros seis meses aún tienen mucho camino por recorrer en varios países, y la decisión de lactar es personal y compleja.
Cada mujer tiene su propia historia, sus propios desafíos. Desde problemas físicos hasta el simple hecho de que no todas las madres quieren o pueden hacerlo. Es vital recordar que el apoyo, la información sin juicios y el respeto son tan importantes como el acto mismo. La maternidad no es una competencia, sino un viaje, y cada quien lo vive a su manera.
¿Hasta cuándo? El tiempo de cada uno
Una de las preguntas más frecuentes es: “¿Hasta cuántos meses se debe lactar a un bebé?”. La recomendación de la OMS es clara: lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, y luego, complementar con alimentos adecuados y seguros hasta los dos años o más. Pero esto, fíjate bien, no es una regla estricta que deba generar angustia. Es una guía. El tiempo lo marcan la madre y el bebé. Hay bebés que lo dejan antes y otros que continúan mucho más allá de los dos años. Cada día tiene su propio ritmo, su propio baile.
Los beneficios de la lactancia para madres e hijos son un tesoro. Para el bebé, la leche materna es el alimento perfecto: contiene todos los nutrientes, anticuerpos y enzimas que necesita para crecer fuerte y sano. Reduce el riesgo de enfermedades como infecciones respiratorias, alergias y obesidad infantil.
Para la madre, la lactancia es un acto de amorosa conexión, un regalo inmenso. Además de que ayuda a su cuerpo a recuperarse más rápido del parto, reduce el riesgo de cáncer de mama y de ovario. Y, la verdad, es que esa pausa para amamantar, esos minutos de calma en un día caótico, son un oasis. Una oportunidad para respirar, para mirar esos ojitos que te devuelven una confianza incondicional.
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En esta semana de la lactancia, queremos abrazar a todas las madres, las que lactan y las que no. A las que lo intentaron y no pudieron, y a las que simplemente eligieron otra forma de alimentar. Porque el amor no se mide en mililitros de leche, sino en la entrega, en la presencia, en ese lazo que une a una madre con su hijo. Es una celebración de la vida en todas sus formas. La lactancia: un acto de amorosa conexión.