La sustancia sicoactiva que más mata en Colombia

Por estos días, en medio de novenas, buñuelos y natilla se nos vuelve parte del ritual tomarnos uno o varios «aguardienticos». Durante generaciones, nos han enseñado que «un trago no hace daño», que es símbolo de celebración y vida social. Sin embargo, el alcohol, es la sustancia sicoactiva que más mata en Colombia.
En nuestro país existe una relación de dependencia con una sustancia que, según datos del Ministerio de Justicia y el Instituto de Medicina Legal, causó 40.399 muertes entre 2013 y 2022. Esta cifra equivale al 79% de todas las muertes por sustancias psicoactivas en el país. Es decir que representa más fallecidos que los que suman la cocaína (7.571) y la marihuana (5.002) juntas. Sin embargo, el alcohol se vende como pan caliente.
El daño del que nos percatamos demasiado tarde
El consumo de alcohol genera alteraciones en múltiples sistemas del organismo, y buena parte de este daño es irreversible. A nivel neurológico, el alcohol mata neuronas de forma permanente, afectando funciones cognitivas como la memoria, el cálculo, la comprensión y el aprendizaje. Pero esto es apenas el principio. Con el tiempo, el consumo constante deteriora la capacidad de razonar, tomar decisiones y controlar impulsos, herramientas que indispensables para manejar relaciones personales, trabajo y responsabilidades.
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En otros órganos como el hígado, el daño es igualmente brutal. Esteatosis (hígado graso), hepatitis alcohólica, fibrosis y finalmente cirrosis. Los datos de departamentos como Santander, Risaralda y Boyacá, con tasas de enfermedad hepática alcohólica de 27, 20 y 15 por cada 100.000 habitantes respectivamente, muestran que esta enfermedad es una epidemia silenciosa con una distribución geográfica clara.
El corazón también sufre con el consumo da alcohol. Miocardiopatía (deterioro del músculo cardíaco), arritmias, accidentes cerebrovasculares y presión arterial elevada son complicaciones comunes, en personas que consumen licor. Por su parte, el páncreas produce sustancias tóxicas que pueden derivar en pancreatitis, una inflamación peligrosa que compromete la capacidad digestiva.
Según la Organización Mundial de la Salud, 2.6 millones de personas mueren cada año en el mundo por consumo de alcohol, cifra equivalente al 4.7 % del total de muertes. En nuestro continente, cada 10 segundos muere una persona por esta causa. Más de 200 enfermedades están asociadas al alcohol, incluyendo diversos cánceres, enfermedades infecciosas y trastornos mentales graves.
En Colombia el consumo crece sin control
Los números de consumo en Colombia son alarmantes. El país está atravesando su máximo histórico de ingesta de alcohol. Más de 3.200 millones de litros se consumen anualmente, lo que equivale a 4.9 litros de alcohol por persona mayor de 15 años, un nivel que se acerca a la media regional y continúa en ascenso.
La geografía del consumo de alcohol en Colombia es compleja. Mientras Boyacá y Risaralda lideran en prevalencia de consumo en la vida (92.9% y 92.5%, respectivamente), Meta encabeza las ventas formales registradas per cápita. Sin embargo, la enfermedad hepática alcohólica diagnosticada muestra un patrón diferente: Santander tiene la tasa más alta (27 por cada 100 mil). Estas discordancias revelan el impacto del alcohol de contrabando, la circulación interdepartamental de bebidas y deficiencias en el registro clínico.
Violencia, accidentes y muertes evitables
Aproximadamente el 60% de las 40.399 muertes asociadas al alcohol entre 2013 y 2022 provinieron de accidentes de tránsito (30%) y homicidios (30%). Conducir bajo los efectos del alcohol es la tercera causa de muerte en las vías de Colombia.
En los últimos diez años, aproximadamente 1.5 millones de personas, víctimas y victimarios, han estado involucradas en accidentes causados por conducción en estado de embriaguez. El 12% de estos siniestros termina en muerte. Con solo consumir dos tragos estándar (20 gramos de alcohol), el riesgo de choque se duplica.
El alcohol causa más muertes, enfermedad y daño social que otras sustancias sicoactivas ilegales, pero goza de normalización, publicidad y acceso sin restricciones. Una revisión comparativa de riesgos concluyó que el alcohol es «la droga más dañina» , seguida por la heroína y el crack.
Desigualdad: género, edad y clase
El consumo de alcohol también reproduce patrones de desigualdad. En Bogotá, el 92.56% de hombres ha consumido alcohol alguna vez, comparado con el 85.34% de mujeres; pero entre consumidores actuales, el 48.75% son hombres versus 29.71% mujeres. Esto refleja normas de género que, históricamente, han permitido el consumo masculino mientras estigmatizan el consumo femenino, una contradicción que, paradójicamente, propone aceptación selectiva en lugar de cuestionamiento real.
Sin embargo, las brechas están cerrándose peligrosamente. El consumo problemático en hombres es 2.5 veces mayor que en mujeres, pero la proporción de bebedoras se aproxima cada vez más a la de hombres.
La mayor prevalencia de consumo actual se concentra en personas de 25 a 34 años (55.08%), seguido por jóvenes de 18 a 24 años (51.63%), más de dos millones de personas en plena etapa de productividad. Ye le consumo comienza desde los 13 años, una edad crítica para el desarrollo cerebral.
Por clase, el patrón es complejo: estratos altos reportan 53.54% de consumo en el último mes, pero los estratos bajos muestran mayores patrones de abuso y dependencia (9.5%). Este sicoactivo es legal, socialmente aprobado y accesible para todos, pero los daños se concentran en quienes tienen menos posibilidades de acceso a tratamiento.
¿Y las políticas antidrogas?
Desde una perspectiva de derechos humanos, existe una contradicción fundamental: criminalizar el consumo de unas sustancias mientras normalizamos otras impide que las personas accedan al tratamiento sin temor. La penalización del consumo niega el derecho a la salud. Mientras que las políticas despenalizadoras en otros países han mostrado efectos beneficiosos en salud y respeto a derechos fundamentales, en Colombia la mayoría de recursos punitivos se destinan a drogas ilícitas, dejando el consumo nocivo de alcohol sin regulación.
La nueva política de drogas colombiana, lanzada en 2024, marca un cambio paradigmático al priorizar derechos humanos sobre enfoques punitivos. Sin embargo, el alcohol permanece en un limbo: lo bastante dañino para causar 10 mil muertes anuales, lo bastante normalizado para escapar de políticas serias de control.
Epílogo
Colombia necesita una conversación honesta sobre el alcohol. No se trata de prohibiciones porque estas fallan, sino de regulación coherente basada en el daño real, no en la tradición cultural o los intereses comerciales. Aumentar los impuestos sobre el alcohol, restringir la publicidad, establecer horarios de venta y acceso en ciertos espacios podrían ayudar prevenir miles de muertes. El licor merece, por lo menos, una regulación a la de los medicamentos controlados.
La pregunta que debería inquietarnos es ¿por qué permitimos la venta sin regulación de una sustancia que mata más que cualquier droga ilegal, mientras penalizamos a quienes consumen sicoactivos prohibidos?
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Colombia merece una conversación seria al respecto. Sus 40 mil muertes merecen esa discusión. Cuando dejemos de aceptar la normalización, exijamos coherencia en las políticas de salud pública y comprendamos que el bienestar colectivo no se celebra con una copa de licor en la mano, sino con la voluntad de cambiar la realidad, lograremos cambiar nuestra sociedad y salvar miles de vidas.
El alcohol es la sustancia sicoactiva que más mata en Colombia.








