Nuestro pariente no humano más cercano

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Mirar a los ojos de un chimpancé es como mirarnos en un espejo que nos traslada a nuestro origen. Hay una luz familiar en su mirada, en sus gestos, en la complejidad de su vida. No es casualidad que el chimpancé común (Pan troglodytes) sea nuestro pariente no humano más cercano, pues compartimos la misma familia Hominidos.

El chimpancé posee una inteligencia y profundidad emocional que nos invitan a reflexionar sobre nuestro lugar en la tierra. A esta criatura también lo acompaña una notable destreza y agudeza mental. Los machos pueden medir hasta 1,7 metros y pesar unos 80 kg, en promedio. Tiene brazos largos perfectos para balancearse entre las ramas.

Fíjate, que son capaces de fabricar y usar herramientas para «pescar» termitas, piedras para abrir frutos secos, e incluso hojas grandes para protegerse de la lluvia. Su comunicación es sofisticada, emplean más de 30 vocalizaciones distintas, gestos y expresiones faciales que transmiten una variada gama de emociones.  

El hábitat del chimpancé se extiende por las selvas tropicales y sabanas húmedas de África central y occidental, donde viven en comunidades complejas y jerárquicas. Aunque parezca increíble, el liderazgo del chimpancé también se soporta en un proceso político que requiere alianzas estratégicas y el apoyo de otros machos y hembras.

El acicalamiento, o el aseo, es una actividad social fundamental para esta especie y va más allá de la higiene; es un mecanismo de cohesión social vital que fortalece los vínculos y promueve la salud, un reflejo de nuestras propias necesidades de conexión y comunidad.

El hilo invisible

La conexión entre el chimpancé y nuestra evolución es profunda. Compartimos un ancestro común que vivió hace cerca de 9 millones de años, un momento crucial en la historia de la vida que marcó la divergencia de nuestros linajes evolutivos. Esta relación se manifiesta en nuestro código genético. Por eso decimos que esta criatura es nuestro pariente no humano mas cercano. Somos tan parecidos que ¡nosotros somos a los chimpancés lo que los caballos son a las cebras!  

Esta similitud se extiende a una sorprendente gama de comportamientos. Los chimpancés exhiben amor, odio, celos y afecto, con expresiones faciales y gestos que son sorprendentemente parecidos a los nuestros. Demuestran empatía y altruismo, consolando a compañeros angustiados con abrazos, tomándose de la mano y con toques reconfortantes. De hecho, se documentó el caso de una colonia que mostró cuidado y consuelo prolongado a una hembra que sufrió un aborto espontáneo.

Entienden y reaccionan a la muerte, mostrando un profundo sentido de pérdida. Además, poseen autoconciencia y un sentido de justicia, como se ha observado en experimentos donde rechazan recompensas desiguales. La presencia consistente de estos comportamientos emocionales y sociales preferidos en los chimpancés sugiere que la compasión y los vínculos sociales no son invenciones humanas exclusivas, sino características biológicas y evolutivas profundamente arraigadas que promueven la salud y la longevidad.  

Por esto decimos que es nuestro pariente no humano mas cercano

El mensaje espiritual del chimpancé es un recordatorio poderoso de valores esenciales que a menudo olvidamos. Su vida en comunidad es un testimonio del poder de la cooperación y el apoyo mutuo. El arquetipo del mono a menudo se asocia con «el impulso de lo inesperado», invitándonos a soltar el control, a confiar en el proceso de la vida y a mantener una actitud positiva para ver con mayor claridad las cosas y disfrutar el camino.  

En una sociedad que a veces olvida lo esencial, el chimpancé nos da grandes lecciones. Después de los conflictos, por ejemplo, se involucran en comportamientos de reconciliación como besarse, abrazarse y acicalarse para reparar sus relaciones.

Estudios sobre el cuidado materno y los vínculos sociales resaltan que relaciones fuertes y el apoyo social son cruciales para la salud, el crecimiento y el éxito. Por lo tanto, el aislamiento social es profundamente perjudicial para el bienestar. Su capacidad empática nos recuerda que la compasión además de ser una virtud aprendida es un rasgo biológico esencial para la cohesión social.

Proteger para aprender

Desafortunadamente, las poblaciones de chimpancés enfrentan presiones sin precedentes. La rápida y extensa pérdida de su hábitat natural debido a la expansión de la agricultura industrial, la ganadería y la minería es la amenaza más crítica. La caza furtiva para obtener carne de animales silvestres y el tráfico ilegal, junto con enfermedades transmitidas por humanos, diezman sus poblaciones.

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Proteger a estos magníficos primates es preservar una parte vital de nuestra herencia evolutiva y la sabiduría natural que encarnan. Afortunadamente, hay numerosos esfuerzos en marcha por parte de organizaciones como el Instituto Jane Goodall, que trabajan incansablemente para conservar los hábitats naturales y educar al público. Salvar al chimpancé, es salvarnos a nosotros mismos. Recuerda que es nuestro pariente no humano más cercano.